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La instrucción aérea de los futuros pilotos se desarrollaba en El Carmolí, Lo Monte y La Aparecida, donde a primera hora de la mañana se desplazaban las ambulancias para dar apoyo sanitario. Las coberturas y asistencias sanitarias se sucedían día tras día: asistencia médica, intervenciones quirúrgicas, reconocimiento a pilotos, cuidados de pacientes ingresados, vacunaciones masivas (como la antitífica a todo el personal civil de la base), problemas con animales y lucha contra la rabia, etcétera. Este incremento de actividades hizo que en 1948 se iniciara una ampliación de la enfermería por ser esta insuficiente para la población académica y civil existente. Como anécdota, hay que decir que el edificio ampliado estuvo a punto de ser destruido tras estrellarse una avioneta Bücker a pocos metros de la enfermería. Dos años antes, en 1946, hubo que atender de urgencia al primer accidentado aéreo con fatales consecuencias, el caballero cadete Luis Blanco Muñoz, quien a pesar de los esfuerzos realizados por los servicios sanitarios, incluidas transfusiones sanguíneas, falleció horas después en la enfermería de la Base. En 1947 dejó de prestar sus servicios en la Enfermería de la Academia el capitán médico Feliciano Merayo Magdaleno al ser destinado al Centro de Instrucción de Medicina Aeroespacial. En un futuro llegaría a ser una autoridad indiscutible en materia de medicina aeronáutica y astronáutica. En 1951 se celebran por primera vez en la Academia todas las pruebas de acceso, debiendo pasar el reconocimiento médico en la enfermería los nuevos aspirantes. Este mismo año se inaugura la capilla de la Academia, construida anexa a la enfermería. En 1953, al finalizar sus obras de ampliación, la enfermería de la Academia adquiere categoría de establecimiento hospitalario, teniendo un alto grado de eficacia para la época. Durante muchos años, aparte de atender al personal militar y civil de la Academia (y sus familiares), este nuevo hospital serviría de referencia a una extensa población civil de los alrededores, al carecer por entonces de otras instalaciones hospitalarias. No se puede olvidar mencionar que ya desde el comienzo de su fundación existió una estrecha colaboración de la Academia con la población civil. Muestra de ello es la participación activa con diversas ambulancias y personal sanitario en las inundaciones de 1946, o en el incidente de Palomares de 1966, cuyos tripulantes rescatados del mar fueron evacuados e ingresados en el hospital de la Academia; también proporcionaron ayuda sanitaria con personal, ambulancias y material en el gran incendio de la refinería de petróleos de Escombreras de 1969; y más recientemente en las inundaciones del pasado 2016. Además, la excelente colaboración existente entre los servicios sanitarios de la Academia y los de la Seguridad Social, así como la actitud generosa de los donantes de sangre que se ofrecían voluntariamente, dio lugar a que en febrero de 1976, el Instituto Nacional de Previsión concediera a la Academia General del Aire la Cruz Azul de la Seguridad Social, en categoría de Plata, «como reconocimiento a los méritos que concurren en ese centro militar, por haber contribuido a la mayor eficacia y perfeccionamiento de la asistencia en instituciones sanitarias de la Seguridad Social». Laboratorio de farmacia REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Mayo 2018 375


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