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REVISTA GENERAL DE MARINA ABRIL 2018

remolques. Los dos portaban sendas ametralladoras de siete milímetros en afustes dispuestos en los caperoles. En esta ocasión la columna estaba formada, únicamente, por la compañía de marinería, permaneciendo abordo las secciones de artillería, zapadores y minadores y la estación radio portátil. Serían cerca de las dos, cuando el teniente de navío Ribera bajó al camarote de su comandante, que le esperaba sentado en su mesa de despacho. —A la orden de usía, mi comandante. Con su permiso salgo con la columna de desembarco. —De acuerdo, Ribera. Tenga mucho cuidado en tierra, que está todo muy alborotado y más con lo de esta tarde. ¿Algún problema con lo dispuesto por el almirante británico en su comunicación de ayer? —No, señor. —Muy bien. Tome este sobre. Contiene instrucciones complementarias mías que deberá cumplir al detalle. ábralo solo unos minutos antes de la ejecución. El oficial tomó el sobre lacrado, lo guardó en el bolsillo interior del uniforme, se despidió y subió a cubierta. Llegado a la escala, tras corresponder desde la meseta intermedia al saludo de la guardia, saltó al bote y dio al patrón la orden de abrir. Al poco se incorporó a su estela el otro bote con su remolque en demanda de los pantalanes de Kabatach. El teniente de navío Ribera no se sentía con ganas de hablar y se sumió en sus pensamientos, mientras alternaba su mirada entre la costa y los barcos fondeados que iban sobrepasando. Conociendo a su comandante, estaba convencido de que algo le iba a decir al despedirse en relación a su desagradable cometido de aquella tarde. pero el recurso del sobrecito, ciertamente, le había pillado de sorpresa. No podía esperar algo tan frío y formal de alguien forjado en navegaciones en ultramar y combates en filipinas y Cuba, con tres cruces rojas del Mérito Naval y Militar. y ¿por qué la precisión de su apertura? Sentía verdadera curiosidad, pero, desde luego, no se le pasaba por la cabeza contravenir las órdenes. En media hora los botes estaban tanto avante con el palacio de Dolmabahçe y ya se avistaba con claridad el cantil de Kabatach. Muchos curiosos observaban su llegada y a la marinería italiana que estaba haciendo tiempo en tierra. No se percibía amenaza alguna y los botes atracaron al pantalán, primero los de remo y luego el del teniente de navío Ribera. La otra embarcación a vapor se mantenía sobre máquina en las proximidades por lo que pudiera pasar. —Manolito, forma rápido a la gente y andando, que queda un buen trecho y es cuesta arriba. TEMAS GENERALES 2018 423


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