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VIVIDO Y CONTADO rastreo en la misma zona, pero en un rumbo opuesto al que se suponía navegaba la V-20 cuando se fue a pique y, tras media hora aproximada, la rastra enganchó un objeto que, reconocido en la correspondiente inmersión, resultó ser el barco buscado, que se encontraba en 40 m de profundidad reposando en fondo de fango, muy escorado a babor y en aguas de visibilidad muy pobre. Una vez convenientemente balizado el pecio, en la tarde del mismo día se regresó a San Fernando para rendir el preceptivo informe y quedar a la espera de órdenes. Segunda fase: gestiones El día 26 se recibió la orden de proceder al intento de puesta en seco del barco hundido, por lo que se estimó necesario disponer de un segundo compresor para no quedar expuestos a tener que suspender el trabajo en caso de fallo del único que había entonces. Para ello, dos miembros del grupo se trasladaron a Cartagena, al Centro de Instrucción de Buceo, donde, además del compresor se consiguieron tres equipos completos de buceo autónomo y dos más de tipo narguilé por si fueran necesarios. También se sumó al grupo el subteniente buzo José Jiménez Salinas, de la dotación del RA-6. En la madrugada del 29 llegaron a San Fernando de regreso, continuando viaje hasta Algeciras en la mañana del mismo día. Entretanto, el 27 el resto del grupo se trasladó al Rancho de la Bola a fin de acopiar el material de cabullería que se estimó podría ser útil a la vista del estado en que se encontraba el pecio, desplazándose de nuevo a Algeciras el mismo día. En este momento se incorporaron el alférez de navío Julio Marra- López Pardo de Donlebún, de la dotación del RA-6, y el subteniente buzo Juan de Dios González Ramiro de Defensas Submarinas, este en sustitución del subteniente Navarro. En Algeciras se consiguió que la JOP facilitase una cabria flotante con propulsión propia y capacidad para suspender el barco hundido, aunque no se podría disponer de ella hasta la tarde del día 2 de abril. La idea del trabajo a realizar era la siguiente: pasar por debajo del casco dos cables (bragas), uno a proa y otro a popa y engrilletar los cuatro chicotes a sendos cables, que formarían el pie de gallo de la cabria, para a continuación levantar el pecio hasta que la cubierta estuviese al nivel de la superficie con el casco sumergido totalmente y, en esta situación, navegar hasta llegar al varadero de isla Verde, distante unas tres millas del pecio, depositar el barco encima del carro del varadero y, finalmente, virar del carro hasta dejar la embarcación en seco. Esta maniobra, expuesta en tan pocas líneas, se preveía lenta, pesada y engorrosa dada la profundidad de 40 m, la mala visibilidad en el agua, la época del año que auguraba posibles malas condiciones de mar y tiempo y el 2018 733


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