TEMAS GENERALES La colaboración, entrega e insistencia de los buques y sus dotaciones, a pesar del daño físico y moral causado por la explosión, resultó determinante para, tras unos fallidos y dificultosos remolques, poner a salvo al personal del Habana y al resto de buques implicados en el auxilio. No con pocos inconvenientes, consiguieron llegar hasta el cabo Finisterre y rescatar así al buque fondeando en Corcubión. Este éxito se debió en gran medida al comandante del Habana, Juan Ozamiz, y al del Destructor, Fernando Villaamil. Esa misma tarde, el antiguo cementerio de Corcubión, sito donde actualmente se encuentran los juzgados de esta villa, abrió las entrañas de su tierra para dar cristiana sepultura a los restos de las cuatro víctimas mortales: los maquinistas de la Armada José Manso y Bernardo Montero y los fogoneros Antonio Aneiros y Pedro Martínez Vidal, protagonistas de un drama mortal que tuvo por síntesis el deber. El espíritu espontáneo del Habana Al comienzo de nuestra carrera, que emprendemos por vocación, jamás pensamos en los riesgos que entraña nuestra profesión cuando el viento y la mar confluyen en un solo elemento intentando gestar un naufragio, como tampoco lo hace el soldado durante la batalla en la suerte de la guerra. La impresión por la tragedia ocurrida en el pequeño buque no se disipó fugazmente, produciendo en los corazones tristeza por los fallecidos y en las almas compasión por los vivos. El llanto desgarrado de compañeros, hijos, familiares y de toda una comarca puso freno al apresurado olvido, siempre dispuesto a borrar la estela de la desgracia ajena. A la vez que el ministro de Marina anunciaba telegráficamente la remisión de 4.000 pesetas donadas por S. M. la Reina a las familias de los fallecidos, la caridad encendió luces de esperanza, desde los más altos poderes del Estado hasta los más modestos estamentos de este. Se abrieron suscripciones auspiciadas por el Círculo de Maquinistas de la Armada, por el capitán general, por el Ayuntamiento de Ferrol y por la Sociedad Montepío de Contramaestres para que todas las personas e instituciones que lo deseasen pudiesen ingresar su donativo, que posteriormente debía ser repartido equitativamente entre los familiares de los fallecidos en función de la situación y carga familiar de cada uno de ellos. Tan destacables fueron estas iniciativas como otras tan curiosas como la de Manuel Pradenhes, propietario del Teatro-Circo de Ferrol, el cual ofreció su local para representaciones benéficas, cuyo precio por entrada era de 75 céntimos de peseta, para socorro de los huérfanos y viudas que lloraban el desastre del Habana. El llamamiento no resultó infructuoso, recaudándose un total de 13.209,57 pesetas. 2018 651
RGM MAYO 2018
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