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RGM MAYO 2018

RUMBO A LA VIDA MARINA emigran a la mar en la que nacieron para aparearse, poner huevos y morir en tumba salada. Son los llamados peces catádromos (del griego kata, abajo, y dromein, corredor; o sea, «los peces que corren hacia abajo» —del río—) que, por una parte, podrían ser un calco fiel en su fisiología y en su biología de los anádromos, por aquello de que el orden de factores no altera el producto. Pero la cosa no es tan sencilla y por eso vamos a recurrir al más caracterizado de los representantes de los catádromos, la anguila, y en nuestro caso en la europea de río, Anguilla anguilla, como representante de este fascinante grupo de peces que no terminan de ser del río pero tampoco de la mar, y a la que conocemos como si la hubiéramos parido. Este es otro pez de vida novelesca cuya biografía merece la pena conocer. Los sacrificios fisiológicos y de estilo de vida que los peces migrantes tuvieron que asumir nos van a permitir apreciar lo duro y complicado que fue el camino hasta la tierra firme de Eusthenopteron. Para empezar, estas criaturas que «ni son chicha ni limoná», que tanto son marinos como fluviales, tienen que hacer frente a serios problemas para poder cambiar de hábitat así como así y sin derecho a traslado de residencia. Pues sí, el primero y principal consiste en que el agua en la mar es muy salada y en los ríos muy poquito, lo cual va a exigir en estos peces unas pautas de adaptación fisiológica singula- Anguila europea, Anguilla anguilla, la nuestra, fotografiada por Epifanio en las inmediaciones del río Lameiriña de Marín, Pontevedra. Obsérvese el parecido que guarda con el dipnoo Protopterus annectens, a pesar de lo alejados que están en la escala taxonómica. Parece que se impone un patrón fijo para los peces andadores. 2018 673


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