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para el Ejército de la izquierda, impreso tras la retirada por las montañas de Galicia en el invierno de 1808. Otros desarrollaron tratados tácticos completos, como el del veterano general Pascual de Zayas redactado en 1810. Las carencias en la organización, y la falta de dirección unificada y continuada, así como de instrucción adecuada, ya apuntadas anteriormente, obligaban a reducir las evoluciones tácticas al mínimo, por lo que se generalizó el empleo de la citada línea defensiva y la masa o columna de batallón para desplazamientos, ataques, e incluso defensa contra caballería. Las únicas evidencias de tropas españolas formando un cuadro defensivo contra la caballería se tienen de la batalla de Alba de Tormes (28-11-1809) y de la del Gévora 210 Aniversario de la guerra de la Independencia  /  11 (Badajoz, 19-2-1810). Al menos desde 1805, como ya indicamos, se había efectuado una agrupación de los regimientos en brigadas, aunque esta organización, por falta de práctica, solo tenía efectos sobre el papel. El regimiento de línea seguía siendo la unidad básica de empleo, y en campaña se agrupaban un número variable de batallones, de cuatro a ocho, más dos ligeros, de diversos regimientos, para formar la división. Debido a las carencias de personal, generalmente podían formarse dos o tres batallones operativos, que sería uno solo, a modo británico, a partir de la reorganización de 1812. Cada batallón estaba constituido por un número variable de compañías, teóricamente cuatro, con una fuerza real que oscilaba entre los 500 y los 900 hombres. Hasta 1810 no se dispuso de compañías de cazadores que actuaran como los voltigeurs enemigos, pues los regi- La batalla de San Marcial marca la derrota final de las tropas napoleónicas en España


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