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Revista Ejército 927

Observatorio internacional  /  117 en la región oriental de Cirenaica (también conocida como Barqa), este ataque sangriento y producido en la capital es particularmente preocupante, y es también destacable por el objetivo buscado por los terroristas. Golpeando el cuartel general de la Alta Comisión Electoral, que trata de organizar unos comicios que forman parte fundamental de los esfuerzos internacionales para normalizar Libia, bajo el liderazgo de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el EI muestra su firme voluntad de impedir cualquier tipo de arreglo en este atribulado país2. LOS GRUPOS YIHADISTAS SIGUEN PRESENTES EN EL CAOS LIBIO El doble ataque suicida se producía en un marco más amplio que el que afecta a Libia pues el EI acababa de fijar como objetivos a todos los procesos electorales previstos en países de la región (municipales en Túnez, generales en Líbano, etc.) como actos impíos que son rechazados por todos los grupos yihadistas. El EI demuestra con ello que a pesar de haberse anunciado el fin del grupo, con su desalojo de la localidad de Sirte a fines de 2016 y de Benghasi en 2017, se ha dispersado por el país sin ser derrotado. El haber golpeado en Trípoli, en el peor atentado ejecutado por el EI en la ciudad desde que en enero de 2015 atacara el hotel Corinthia provocando 10 muertos, muestra que esta dispersión es particularmente amenazante pues los esfuerzos para blindar la ciudad son importantes. En un momento en el que varias embajadas han vuelto a abrir sus puertas, con algunos de sus funcionarios de vuelta desde el vecino Túnez, comienzan a celebrarse algunas reuniones y congresos y han regresado algunos hombres de negocios, y cuando el horizonte electoral permite pensar en una creciente seguridad, el EI obliga a replantearse dichas percepciones, a buen seguro demasiado voluntaristas. Pone también en entredicho este ataque el tan valorado acuerdo entre el Ejecutivo de Fayez Al Serraj y las principales milicias de la capital, que entre otras cosas le habrían permitido a este instalarse en Trípoli con cierta normalidad desde abril de 2016, pues antes se alojaba en una base naval bien fortificada. También pone en entredicho la operación lanzada por orden de al Serraj contra el EI en abril y al que se le dio un importante eco mediático. Las milicias dominantes en Trípoli hoy, y originarias de la ciudad, son la Fuerza Rada, de Abdul Rauf Kara; la Brigada de los Revolucionarios de Trípoli, de Haythem Tajouri; la Fuerza Nawasi, liderada por la familia Gaddour y la Fuerza Ghneiwa, de Abdel Ghani Al Kikli. Aunque de perfil islamista la mayoría no apuestan con tanta claridad por posiciones salafistas como sí lo hacen las milicias de Misrata. La realidad de la existencia coaccionadora de estas milicias en la capital y la progresiva creación de una guardia presidencial, liderada por Najmi Nakua para ir blindando al Ejecutivo e irse convirtiendo en un embrión de unas Fuerzas Armadas y de Seguridad renovadas, sigue confirmando que la ciudad está muy armada pero muy mal protegida. Las cuatro milicias estarían encuadradas en el Ministerio del Interior y el Ejecutivo de Al Serraj, protegido por la guardia presidencial, invoca dicha normalización, pero atentados como el realizado por el EI cuestionan el funcionamiento de dicho aparato. Además, el hecho de que dicho tejido se alimente de actores capitalinos indigna a actores foráneos que se presentan, como siempre en Libia, a través de actores tribales y representados por sus instrumentos armados: las milicias. Las de Misrata y Zintán son las más conocidas pero no son las únicas, y esta fragmentación de la sociedad libia y la tensión entre sus componentes permite a grupos como el EI encontrar fisuras por las que infiltrarse y golpear, y ello mientras sigue reclutando en toda la región del Magreb y el Sahel, e incluso en Oriente Medio. En el este los ataques del EI son más frecuentes aunque se habían reducido en los últimos meses gracias a la ofensiva sostenida del mariscal Khalifa Haftar, el hombre fuerte en la región y próximo al ejecutivo instalado en la localidad de Al Baida desde que ganara las últimas elecciones, celebradas en 2014, y tuviera que abandonar precipitadamente Trípoli. Los últimos grandes ataques del EI hasta el del pasado 2 de mayo se habían producido en el este del país, en octubre de 2017 y más recientemente el 22 de febrero, cuando un suicida lanzaba su vehículo con explosivos contra un control «del apóstata Haftar» según la reivindicación publicada por la agencia Amaq del EI3.


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