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Revista Ejército 927

A partir de este momento habremos encendido el motor del coraje, gracias al cual podremos avanzar en el camino de alcanzar con constancia y perseverancia lo que nos propongamos. Sin embargo, es habitual que el coraje pueda quedar neutralizado bajo las excusas que nos decimos a nosotros mismos una y otra vez. Una excusa muy frecuente que nos damos a nosotros mismos, y que también ofrecemos a los demás, es el conocido «no puedo», cuando en realidad sí podemos pero preferimos quedarnos en el adormecimiento de nuestra actitud. Dicho con otras palabras quedaría así: detrás de la ficción del «no puedo » está la realidad del «no quiero». Así pues, es el momento de hacernos tres preguntas más: ¿cuál es tu excusa favorita?, ¿cuál es tu «no puedo» enmascarado? y ¿qué cosas harías si no la pusieras? La respuesta a la primera pregunta suele salir de la mente y de nuestra racional forma de ser; la respuesta a la segunda pregunta suele salir del corazón y tiene mucho que ver con los anhelos profundos que tenemos y que nos gustaría llegar a materializar. La tercera pregunta apunta a los cómos. Por eso para materializar un anhelo, llevar a buen fin una empresa o desarrollar un cometido 22  /  Revista Ejército nº 927 • junio 2018 en un entorno de adversidad tenemos que desplegar coraje. Para ello, tengamos presente que el coraje tiene tres grandes componentes que contribuyen a que todo lo que emprendamos reciba un empuje que va más allá de lo habitual o lo esperado (figura 1): •  Convicción: cuando emprendemos un proyecto, cuando nos enfrentamos a una misión o cuando encaramos un desafío de la índole que sea es fundamental que estemos profundamente convencidos de que seremos capaces de acometerlo desplegando las capacidades y habilidades necesarias o adquiriendo las que aún nos falten. En nosotros debe existir la firme y sólida creencia de que lo lograremos, ya sea un objetivo a corto, medio o largo plazo, y de que tiene sentido que realicemos el esfuerzo. •  Esperanza: se refiere a la disposición interior de abrir un espacio temporal limitado o ilimitado para que algo deseado se materialice o se cumpla según una expectativa determinada. Esta actitud interior se convierte en un estado de ánimo que nos sostiene el ánimo cuando se presenta como alcanzable lo que deseamos. •  Acción: serán las tareas, trabajos, operativas e intervenciones que deberemos realizar y poner en práctica, valiéndonos de nuestras habilidades, capacidades, talentos y experiencia, para que lo deseado vaya tomando forma y quede finalmente materializado según la visión y expectativa que teníamos. En el caso de que alguno de estos tres elementos se viera afectado por una falta de compromiso (promesa interior con uno mismo), el coraje se desinflaría igual que un suflé sacado del horno a destiempo. La más habitual manifestación de falta de compromiso suele quedar recogida en la frase «no tengo tiem- Figura 1


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