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Revista Ejército 927

La base, tanto del combatiente como del buen ciudadano, es formar a niños y jóvenes tanto en la escuela como en la familia Valores  /  31 instrucción es tolerable, pero lo que supone disciplina es desagradable y la disciplina se resentía. continuamente, precisamente por obligar al soldado demasiado poco. Dentro de la educación intelectual, el adiestramiento disciplina-moral es tan importante como el adiestramiento táctico. Reforzar la disciplina interna y la cohesión era imprescindible. Ya escribía Napoleón que el valor moral y el físico han de estar en el soldado en la proporción de dos a uno. El general Marshall observó que la tensión de combate aumentaba porque en las situaciones difíciles el soldado se sentía solo, demasiado solo, de ahí la importancia del binomio, del equipo, de la cohesión. Por otro lado, esa tensión disminuía con el uso del chaleco antibalas, con una buena evacuación sanitaria y con el sistema de rotación de unidades, entre otros. En cuanto a la selección, más que usar los psicoanálisis que determinan en un recluta «si su subconsciente dice ¡no!, no será soldado», y por lo tanto se le descarta en el proceso de selección, es preferible asumir que cuando el subconsciente dice no, el consciente puede y debe decir sí, dando a aquel una lección de valor. Un buen mando trasformará mediante la adecuada preparación en héroe al cobarde, educando al consciente no solo con el ejemplo, sino con la persuasión. Por último, la renovación aparece como tercer remedio, pero no inmediato sino a largo plazo, se refiere a la renovación en la educación de los hijos por parte de padres y maestros. Si se forma a los niños en la disciplina mental que les proporcione recursos para asumir límites adecuados de tensión o de estabilidad, y ello se realiza no solo en el factor social, sino en el político y también en el religioso, quizá se logre el remedio a la crisis de «verdaderos combatientes » por falta de valor que detectaba el general Marshall. En resumen, aparece determinante en estas meditaciones sobre el valor, el espíritu de cuerpo, de unidad, de orgullo por la pertenencia y de compartir unos valores y unos riesgos. El espíritu de equipo, la cohesión, el vivir por el honor de su unidad y no defraudar a sus compañeros, parece que está detrás del paso adelante, del «quiero hacerlo», de esa decisión personal que es función del espíritu de unidad, de los valores de la Institución y signo de la moral del soldado. Si al valor se le une la calidad en la preparación y un buen armamento y equipo, el grupo de soldados se convertirá probablemente en un grupo de verdaderos combatientes, tal y como lo reclamaba el general Marshall, en combatiente que no rehúsa, que no pide, que no necesita de paga extra o regalo adicional para cumplir con su deber. En definitiva, la perspectiva final que debería tener presente el Mando en el ejercicio del liderazgo es superar en valor y en calidad al oponente para afrontar y vencer cualquier situación que se presente. Este análisis de José María Gárate Córdoba sobre reflexiones del general George C. Marshall se presentaba en mayo de 1953, recién terminada la guerra de Corea, en Revista Ejército, Revista Ilustrada de las Armas y Servicios, número 160, y como vemos, nos hace meditar sobre «el valor» después de 65 años.■


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