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Revista Ejército 927

Rincón de la Historia  /  69 los embarcados en el Olite el 6 de marzo. Son apenas unos 400, entre fallecidos, desaparecidos, heridos y prisioneros, los únicos identificados. «Resulta paradójico que mientras hay quien se esfuerza por rescatar la memoria de los desaparecidos sin nombre, a los que lo tenían se les ha hecho desaparecer» Según los listados generales, a bordo del Olite se encontraban 2.112 hombres, de los que 1.477 resultaron muertos en la explosión y posterior hundimiento. En los siguientes días 342 ingresaron en diversos hospitales; se desconoce cuántos de ellos pudieron morir y por ende incrementar la cifra de fallecidos; y finalmente, el tercer bloque, la única relación que se tiene al completo es la de los prisioneros, que totalizaron 293. Incluso el cementerio de Escombreras, donde fueron enterrados los primeros cadáveres procedentes del Castillo Olite, está hoy abandonado. UN TRISTE FINAL En 1952, en plena vorágine de la venta de chatarra sumergida, el Estado, propietario del Olite, decidió venderlo a un empresario bilbaíno, Luis Lavín, que contrató buzos de la Armada para dinamitarlo en el lecho del mar y extraerlo plancha a plancha. Los buzos contaban que fue una experiencia terrible. Con cada explosión aparecían centenares de huesos que eran sistemáticamente enterrados en el cementerio de Cartagena hasta que del barco quedó únicamente la quilla. Sin la protección de los mamparos, las fuertes corrientes de la zona no tardaron en cubrirlo de fango. Por si esto fuera poco, en 2005, con motivo de las obras de ampliación de la refinería de Repsol en Escombreras, se arrojaron sobre estos últimos restos cientos de miles de toneladas de cemento y roca. Ese fue el final definitivo del buque y de la memoria de los 1.477 soldados, jóvenes en su mayoría, que marchaban a Cartagena para celebrar el posible final de la guerra. Resulta paradójico que mientras hay quien se esfuerza por rescatar la memoria de los desaparecidos sin nombre, a los que lo tenían se les ha hecho desaparecer. Hasta la calle que había en Cartagena dedicada a su recuerdo ha pasado a llamarse Enrique Tierno Galván. También se cambió el nombre de la plaza de la Base General Morillo donde, si bien continúa el mástil, desprovisto de cualquier leyenda en homenaje a los caídos en el Castillo Olite, se retiró la placa recordatoria que tenía y se sustituyó por otra que poco dice en su homenaje. Sin embargo, el mástil y la placa recordatoria van indefectiblemente unidos en el recuerdo de aquellos que dieron su vida por la Patria. Si comparamos los casos de Pearl Harbor y Scapa Flow, y los pecios del Arizona y del Royal Oak, hundidos en la Segunda Guerra Mundial, y los homenajes que se hacen a los cientos de marineros ahogados y que todavía permanecen dentro de los cascos de los buques, con los que se merecerían, y no se hacen, los caídos del Castillo Olite, el trágico final del Olite constituye un olvido irreparable y una afrenta al recuerdo de los muchos que dieron su vida en la trágica acción. ¡Qué poco hubiese costado dejar un recuerdo más digno! Bucear por donde se hundió el Castillo Olite es casi como hacerlo en una piscina, un fondo marino liso, sin atisbo de resto alguno, que oculta y hace impensable creer que, hace más de 75 años, en ese fondo marino encontraron la muerte y quedaron sepultados cerca de 1.500 soldados. Sirvan estas letras como sentido homenaje a los 1.477 soldados muertos en las cubiertas o ahogados en las bodegas del Castillo Olite y en recuerdo a esta historia injustamente olvidada. In Memoriam, ¡descansen en paz! NOTAS 1.  Podemos afirmar que en los casi 70 años de servicio de las baterías este fue el único disparo que realizó contra un objetivo real con víctimas. Por tanto, la única vez que se demostró su potencia de fuego fue contra el Castillo Olite, al que hundió de un solo disparo.■ Placa de homenaje que figuraba al pie del mástil recuperado


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