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Revista de Historia Militar 123

DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 191 Católicos, a los que transfirió el 11 de febrero la jurisdicción de cinco fortalezas clave para el dominio de Calabria: Reggio, Crotona, Squilace, Tropea y La Amantia. Carlos VIII entró en la ciudad de Nápoles el 22 de febrero tras lograr la rendición de la fortaleza de Castelnuovo, defendida por Alfonso de Ávalos, I Marqués de Pescara. Tres meses después, el 12 de mayo, se hizo coronar Emperador y rey de Jerusalén. Mientras tanto, la diplomacia española había creado la Santa Liga con el emperador Maximiliano, el Papa Alejandro VI, Luis Sforza de Milán (arrepentido de su anterior apoyo a la invasión francesa de Nápoles) y el Estado de Venecia, contra el rey francés. El 31 de marzo de 1495 se firmó el tratado de formación de la Santa Liga. Ante la creación de la Santa Liga, Carlos VIII emprendió una rápida retirada hacia el norte de Italia, dejando guarnecidas las plazas más importantes de Nápoles y un ejército de unos 6.000 soldados suizos, los mejores soldados de la época, y otros tantos gascones, apoyados con buena artillería y excelente caballería. Una escuadra les abastecería de refuerzos y víveres en caso necesario. Al mando del ejército dejó a Gilberto de Borbón, duque de Montpensier, en calidad de virrey de Nápoles. Con las tropas restantes, Carlos VIII salió de Nápoles el 20 de mayo. En su regreso a Francia venció a las fuerzas venecianas y milanesas que trataban de cortarle el paso, en la batalla de Fornovo, el 6 de julio de 1495. 1495: Operaciones de Calabria y Seminara El 24 de mayo de 1495, Fernández de Córdoba llegó a Mesina con 5.000 infantes y 600 jinetes. Allí conferenció con el rey de Nápoles para establecer el plan de reconquista del reino. Fernando II era partidario de atacar directamente la capital, pero el español le convenció del grave riesgo que corría de ser derrotado. Los franceses habían ocupado casi todo el sur de Italia excepto Ischia, Brindisi, Gallípoli y la fortaleza de Reggio. Fernández de Córdoba propuso operar en Calabria, donde los franceses tenían las plazas peor guarnecidas y donde la población sería adicta a las tropas españolas por proximidad a Sicilia, base natural de partida de toda la operación. El ejército español desembarcó en Calabria el 26 de mayo. En sus filas formaban los capitanes castellanos Alvarado, Peñalosa, Benavides y Pedro de Paz. Allí se les unieron 3.000 voluntarios napolitanos y calabreses reclutados en nombre del rey Fernando II y fuerzas mercenarias tudescas al mando del marqués de Pescara. Fernández de Córdoba inició la campaña con una serie de marchas y contramarchas, rehuyendo los combates decisivos con el enemigo y tomando aquellas plazas y puestos que podían servirle para futuras operaciones. Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 191-232. ISSN: 0482-5748


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