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Revista de Historia Militar 123

210 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA remedando a Wellington en Waterloo cuando decía que “Napoleón manejaba los cañones como si fueran pistolas”, el Gran Capitán manejaba sus compañías de infantería como si fueran pelotones e indudablemente, esto era debido a una gran preparación de sus oficiales y a una gran disciplina de combate en sus soldados. Dicho de otra manera, era un ejército profesional. El segundo factor es totalmente anímico y que hace hablar en Garellano a Ivo de Alegre con gran admiración del soldado español. Es la fe, valor, autoestima o como se definió anteriormente; el “honor o el orgullo de pertenecer a su unidad” en la lucha por el triunfo que afloraba en cada soldado. Por otro lado el Gran Capitán utilizó, lo que modernamente llamaríamos una “metodología” para el planteamiento y desarrollo de la batalla, la cual creó una fecunda escuela. En Calabria, Barletta, Ceriñola y Garellano siguió su guión: Permaner a la defensiva inicialmente observando y estudiando al enemigo; estorbarle y desgastárle con audaces reacciones ofensivas; maniobrar para llevar al enemigo a su terreno (previamente definido), hasta estar en condiciones de asestar el ataque definitivo; por último, el aprovechamiento del éxito hasta la destrucción total del enemigo. Siempre evitó aceptar una batalla hasta no tener seguridad en la victoria o en obtener un mal menor que no entablando el combate. Esta metodología se verá repetida muchas veces a lo largo del tiempo desde la Bicoca, pasando por Pavia, Mühlberg, etc., salvo en Rocroi. 2.5.- La guerra del Rosellón Como se ha comentado a lo largo de este trabajo, la artillería experimentó en esta época un tremendo desarrollo, lo cual implico a su vez, la variación de los obsoletos castillos medievales a un nuevo concepto de fortificación con la utilización de la arena y ladrillo por su mejor absorción del impacto que los tradicionales lienzos de piedra. El castillo de Salces es el ejemplo de la inicial transición de conceptos, desde la fortificación medieval a la renacentista. Edificado en el Rosellón español, fue renovado por el ingeniero Ramiro López por orden del rey Fernando el Católico, dotándole de novedades como las caponeras (comunicación desde la plaza a las obras exteriores, casi siempre protegida por un parapeto con aspilleras o troneras), foso amplio, escarpas, e incluso una galería a lo largo de las cortinas para prevenir el ataque por mina de pólvora, mientras que por otra parte mantenía una arcaizante planta rectangular. En conjunto, recuerda más a un castillo antiguo que a una plaza fortificada. Su finalidad era proteger las penetraciones francesas procedentes del Languedoc. Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 210-232. ISSN: 0482-5748


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