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gravemente herido, volver a su base con el aparato y la misión completamente terminada». Don Fernando, como magistrado y militar, tomó el toro por los cuernos. Y al mismísimo Franco le propuso la siguiente modificación: «El (oficial piloto) que resulte herido de gravedad o muerto, tripulando su aparato durante un reconocimiento u otra operación de guerra, en terreno ocupado por Ataque a la bayoneta de una sección de Regulares indígenas el enemigo y sufriendo su fuego, siempre que, en el caso de herida grave, regrese con aquél, y en uno u otro caso (haber fallecido), haya sido terminada la misión». Un padre de héroe maltratado «reglamentariamente 12  /  Revista Ejército nº 928 • julio/agosto 2018 » propone sensata corrección y su correlato ético: «Suplica (asimismo) que, siguiendo los precedentes, se acuerde la revisión, a instancia de parte, de los Expedientes resueltos sin concesión de Laureada a los que pudiese afectar la nueva redacción». Aquello era un pase de pecho intelectual y moral. Franco nada respondió, porque esta fue también «carta apartada» o el destinatario no tenía recuerdos nítidos de lo ocurrido en Tifaruin, pese a que don Fernando le aportaba detalles, de los que Franco mismo fuera testigo aquel 22 de agosto de 1923. Y es que el coronel «vaya usted a saber», luego Caudillo de España, había declarado (folio 135) del juicio a favor de la Laureada para Salgado y de facto para Vilas, al proponer: «En los momentos más críticos del combate, el teniente Salgado bajó con su aparato a escasos metros del suelo. Su bombardeo fue de lo más eficaz por el castigo al enemigo y logro (sic) del objetivo, viéndole cruzar varias veces a pocos metros de las fortificaciones enemigas, ametrallándolas para ayudar a la Legión, que se lanzaba al asalto, creyéndole comprendido en el caso 5º del Art. 58 del Reglamento ». Con el voto a favor del coronel Franco (ascendido), los votos troncales favorables pasaban a ser dieciséis. Fernando Baeza, al redactar esta Súplica con la que rendía justicia a su hijo y compañeros muertos, a los mártires del mañana en su soñar protegía. Véanse sus anhelos: «Al elevar esta exposición de hechos ante la suprema autoridad de V.E., le mueve saber que en la España que V.E. está forjando las injusticias son reparadas según van siendo conocidas…» Noventa y cinco años después de memoria cortos andamos y apenas soñamos. ESAS LAUREADAS EN SUS FIRMAS HABITAN Y ESPERAN RESOLUCIÓN Toda rúbrica de persona comprometida con un ideal y fallecida en su defensa, nada más morir quien la diera fe de vida, impronta de coherencia y advertencia nos transmite. Por mano vigilante de la tranquilidad de un monarca justísimo de tiempo, esa carta nunca le llegó a don Alfonso


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