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EJERCITO TIERRA 928

Los diez años más calurosos desde que se tienen datos se encuentran todos ellos en la última década 21 combinación de temperaturas tórridas durante la mayor parte del año, junto con altos niveles de humedad, hará simplemente que muchas zonas del globo se conviertan en inhabitables para la vida humana, lo que llevará aparejado un renovado ciclo de migraciones. ¿A dónde irán? Para los que no se desplacen, especialmente en el hemisferio norte, conviene que sepan que algunas previsiones dan para Nueva York un clima similar al actual en Baréin7. Si aumentamos dos grados centígrados las temperaturas medias de las zonas ya calientes, como Oriente Medio, llevará implícito el desplazamiento de personas y tensiones religiosas, lo que aumentará la presión ya existente en Europa. Los cereales vienen alimentando al mundo desde su origen. Es bien conocido su crecimiento y por ello puede afirmarse que, en condiciones ideales de producción, por cada grado de aumento en la temperatura ambiente, los rendimientos decrecen entre un 10 y un 17  %, es decir, cuando el progreso hace que la expectativa vital aumente, la Tierra tendrá más dificultades para producir el grano que nos alimente8. Alguno pensará que, para compensar, podremos cultivar más al norte, en la tundra, pero, cuanto más al norte, menos riqueza en los suelos, y por lo tanto menos producción. Por este lado la ecuación también nos da negativo. Hemos citado ya el problema de la sequía, pero pensar a escala nacional puede ser un gran error. Las previsiones para el norte de África y Oriente Medio son incluso más graves, y particularmente en nuestro vecino sureño. Marruecos presenta un futuro desértico con caída feroz de las producciones, y es fácil imaginar, con la secuela natural de migraciones masivas, ¿a dónde se dirigirán?. Hay aspectos en el cambio climático mucho más inquietantes que las sequías, los huracanes o los tornados. Existen bacterias y virus almacenados en el hielo primigenio a las que el ser humano, en algunos casos, nunca se ha enfrentado, y en otros, como por ejemplo la gripe, que aniquiló a millones en 1918, o la viruela, o la peste bubónica9, tienen difíciles respuestas. En muchos casos esos organismos perderán sus propiedades malignas ante las extremas condiciones de la Tierra, pero es posible que se den situaciones en las que nuestro sistema inmunológico no cuente con las defensas necesarias contra los virus. Con la ampliación y subida hacia el norte del cinturón de calor también subirá el mosquito Aedes aegypti, el vector transmisor del dengue, chikunguña, malaria y el recién llegado zika. Con él se multiplicarán las oportunidades de transmisión y, además, el parásito que el Aedes nos ha transmitido —en el caso de la malaria— se reproduce diez veces más rápido por cada grado que aumenta la temperatura ambiente. Son riesgos añadidos del cambio climático en los que quizá no nos habíamos parado a pensar. El dióxido de carbono aumenta, y solo un cambio radical del modelo energético podría ralentizar, no ya detener, la evolución negativa del aire que respiramos. El excesivo dióxido en nuestros pulmones afecta a nuestras funciones cognitivas y ello repercutirá negativamente en los rendimientos intelectuales de la población, menos rendimiento y más gasto. El ozono también aumenta, y también es nocivo, con resultados imprevisibles como parece mostrar —aun sin demostrar10— la epidemia de neonatos con autismo en Hollywood, donde el deporte al aire libre es habitual. El calor tiene otros efectos nocivos en las sociedades. No es casual que los conflictos sociales aumenten en verano; lo vemos todos los años en la televisión. El calor excesivo nos altera, nos hace menos tolerantes, más agresivos y, por lo tanto, más tendentes al altercado. Son varios los estudios sobre la cuestión, pero Burke y Hsiang11 lo han cuantificado entre un 10 y un 20 % de aumento de la posibilidad de conflicto por cada medio grado de aumento de la temperatura, lo que nos lleva inmediatamente a preguntarnos si el casi permanente estado de guerra en Oriente Medio durante los últimos años no estará relacionado con este factor, o es simplemente casual, para a continuación interrogarnos cómo será la situación en una España mucho más caliente, más árida, menos productiva, con muchos inmigrantes con dificultades de integración, tal vez con menos solidaridad interregional y todo ello sazonado con epidemias para las que no tendremos suficiente respuesta. Los mismos autores y Edward Miguel12 han trabajado sobre los aspectos económicos del calor, llegando a la conclusión de que cada grado de aumento supone un grado de disminución en el PIB, a partir de una temperatura media de 13 grados, lo que supondrá una nueva desigualdad en función de cómo afecte el cambio climático a cada país. En los últimos años, España ha estado en el entorno de una temperatura media de 15 grados, lo que nos da unas previsiones poco halagüeñas que se contradicen con que hayamos crecido en PIB por encima de países de temperatura media inferior en estos últimos años. Volvamos al mar. Un mar que, como ya señalamos, está aumentando de nivel y que provocará innumerables problemas a personas y Gobiernos, pero además un mar del que se alimenta una gran parte de la población humana y que, además de aumentar de nivel y temperatura, también está comenzando a transformarse en composición, debido a las enormes cantidades de dióxido de carbono que atrapa, y que comienza ya a producir sulfuro de hidrógeno —letal para la vida—, lo que deja diversas


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