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MARIANO CUESTA DOMINGO de la facilidad de cumplimiento de su misión; primero había sido el territorio totonaca y su capital, Cempoala, donde brilló la diplomacia y la estrategia, donde se estableció la gran base logística, fundamental, para su empresa. En cuanto a lo naval, había sido hasta entonces sencillamente instrumento de su empresa. Los pasos náuticos siguientes, como los anteriores, estuvieron marcados asimismo por su carácter puramente utilitario: si primero fue la llegada a las Indias, en esta ocasión era la arribada a tierra continental anteriormente descubierta por los protagonistas que le precedieron, la llegada de una nave procedente de Cuba (Francisco Sancho) con información sobre el nombramiento de Velázquez como adelantado, con facultad para rescatar y poblar; esto último fue el aldabonazo que condujo al personaje a reaccionar con presteza mediante el envío de un barco que llevara regalos e informes al rey, buscando perdón y premios. Efectivamente, una siguiente actividad náutica, aunque fuera complementaria, vino dada por el envío a la corte de la Nuestra Señora de la Concepción. Hernán Cortés lo eligió para que tripulara la nave que llevaba el informe de lo acaecido hasta la fecha (26, julio, 1519, lo que se conoce como su Primera carta de relación) y los regalos, algunos para su padre y otros, exóticos, para el rey. Antón Alaminos, piloto notable (12), debía evitar cualquier escala que pudiera alertar al gobernador Velázquez; sin embargo Montejo, estanciero en Marién, ofreció su propiedad para hacer aguada y carnaje ante la larga travesía que iniciaban. Diego Velázquez se enteró pronto y movilizó a sus gentes en Cuba y en la Península. Ya era tarde. La travesía organizada por Cortés fue interesante, también desde el punto de vista náutico, trazaba la línea clásica de retorno desde América por el Atlántico norte. Pero simultáneamente tuvo lugar una escena que ha pasado a la leyenda. No había margen para rectificaciones. El miedo sería un factor de cohesión y significaba cortar cualquier posibilidad de defección o traición. Ante la división de sus hombres, la amenaza del gobernador, que les cortaba una retirada no deseada, además del inevitable castigo del rey, solamente quedaba la supervivencia: alianza con totonacas, enfrentamiento con sus enemigos aztecas y triunfo; los aliados no lo serían en la derrota. Inmediatamente ejecutar un arriesgado mecanismo estratégico: la quema de las naves porque, como recordaba un célebre soldado de su hueste, «él Cortés quiso en todo remedar a Alejandro Magno» (DíAZ DEL CASTILLO, 1982, I, p. 456). Así fue. Los barcos, vaciados de lo que pudiera tener algún uso posterior, fueron dados al través; así lo anota un texto testifical: «que de todos los navíos se sacasen las anclas, cables, velas y lo que dentro tenían de que se pudieses aprovechar, y que diese con todos ellos al través, que no quedasen más de los bateles; e que los pilotos e maestres viejos marineros que no eran buenos para ir a la guerra, que se quedasen en la villa, y con los chinchorros que tuviesen (12)  Lo había sido de las tres expediciones que desde Cuba fueron al descubrimiento de lo que estaba por ser la Nueva España. Lo fue con Francisco Hernández de Córdoba, Juan de Grijalva y, después, de Francisco Montejo. 68 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 141


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