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11 ros Laureados. Que Arredondo recibiese otra Laureada, le desquiciaba. Descubría uno de sus lados oscuros y unos cuantos atesoró en sus treinta y nueve años de férreo caudillaje. Franco insistió en «no saber nada» de sus mejores oficiales: tampoco quiso testificar a favor del alférez Manuel López Hidalgo, pacense de 22 años, muerto en la reconquista de Loma Blanca (al Norte de Hámara). Al frente de veinte legionarios, a bayoneta calada cargaron pendiente arriba y recuperaron la posición. La mitad de su sección causó baja y él encajó tres tiros: uno de carácter leve; otro grave que le destrozó «un fémur» (sin especificar cuál), derribándole en área batida, de la que le sacaron sus leales; pero al levantar su cuerpo un tercer disparo desgarró su vientre, «causándole la muerte». Franco, recurrente ignominioso, su pequeñez moral incidía sobre otra familia doliente. Sin embargo, el Consejo de Guerra y Marina, reglamento en mano, no lo consintió. Arredondo y López Hidalgo fueron honrados, a título póstumo, con sus merecidas Laureadas. Concedidas el mismo mes del mismo año: Arredondo (11.01.1929); López Hidalgo doce días después (23.01.1929). «Arredondo y López Hidalgo fueron honrados, a título póstumo, con sus merecidas Laureadas» «EL MOMENTO DE HÁMARA»: LA CABALLERÍA CARGA CONTRA LO IMPOSIBLE Y LO ATRAVIESA La columna se ha rehecho. Descansar y comer algo transforman a la gente; que pasa de ser «tropa perdida» a sentirse «ejército». Temprano ordena a sus Regulares que tomen la coronación del barranco que, por la derecha, sobrevuela los pasos de Hámara. Reúne fuerzas de infantería y se las lleva consigo para ocupar «Loma Artillera», a su izquierda. Es la una y media de la tarde. Temprano hace gestos para que se le acerquen sus hombres. Sus argumentos convencen: no es posible avanzar con el enemigo tan encima. Nos envolvería y fusilaría. Sus instrucciones les dejan atónitos: «Debemos expulsarlos del Mitzal. Caeremos sobre ellos por sorpresa. Revisen sus armas y monturas». Antes de que el susto prevalezca, Temprano advierte: No quiero voluntarios; quiero que me sigan. El teniente Mariano Bardaxí, toledano de 23 años, no olvidará esta escena9. A un jefe de tal categoría se le abandona por demente o se va tras él hasta el fin del mundo, que es locura muy castrense. Los convencidos paso al frente dieron: Combatientes rifeños


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