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necesitan quirófano ni anestesista, sí un santuario donde se resucite lo que no es justo perezca después de lograr semejante proeza. Dos compañías del Tercio, al verles galopar con tales ansias, creen que huyen. Otra vez las apariencias, siempre temibles. Los legionarios increpan, «con palabras fuertes», a los Regulares. El jefe de aquella Bandera, mediada en efectivos, capitán Jesús Teijeiro Pérez, 32 años, comprende la rabia de su gente, siendo el único en darse cuenta de un hecho crucial: «en uno de los caballos iban montados dos oficiales y supe después que uno de ellos era el teniente 8  /  Revista Ejército nº 930 • octubre 2018 coronel, herido gravemente».5 Teijeiro es como Mizzian y Pulgarín: los milagros están para ser rogados con fe; si no se cree en nada, ningún milagro por sí solo se presenta. La galopada insiste en su afán: entrar en Zoco el Arbáa de Beni Hassan. Amenaza la noche, pero el atardecer resiste. El rectángulo montado ha quedado reducido a una columna de dos en fondo. Siendo pocos, ejército son y a su jefe creen posible resucitarlo. Entero en apariencia, pero exangüe cierto y cabeceante terco, el teniente coronel Temprano en cabeza de los suyos cabalgaba. «El proyectil, en su destructiva salida, lo hizo por el centro, antes de la bifurcación femoral, donde la arteria alcanza su mayor grosor. De ahí la gravedad de tal herida, mortal siempre si no se consigue clausurar pronto la hemorragia» Llegados al Zoco, buscan camilla limpia y galeno competente. Encuentran la primera y luego al segundo. Un teniente médico. Mizzian, decepcionado, le pregunta «qué puede hacerse» con el herido encamillado. Temprano lleva la muerte impresa en su rostro: los ojos vueltos, esas orejas traslúcidas, la mandíbula desencajada, la nuez de su cuello apuntada como mascarón de nave hundida, prueban que la vida se ha ido y a ese cuerpo no volverá. Mizzian, el pelo crespo, el ademán fiero, mordiéndose los labios y desorbitados sus ojos, insiste. El médico se atiene a su criterio: «Es un cadáver, capitán, todo ha acabado».6 Ninguno reconoce a su oponente. Mizzian tiene delante a Eugenio Luengo Tapia, 28 años. Juntos han combatido en la distancia que toda guerra impone. Con Temprano como jefe común, ambos han luchado por salvar las guarniciones de Chentafa, Solano y Tirines. Eso sucedió en agosto, cuando nadie imaginaba desastre parecido ni los Tumba del teniente coronel Temprano en la localidad de Ceclavín


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