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LOS BARCOS DEL DESASTRE. LA REPATRIACIÓN DE FILIPINAS (1898-1900) tan enfermos como entraron. A poco que tarden en libertarnos, este beneficio alcanzará á la mitad, y acaso no llegue á este número los que consigan regresar á España. Por consecuencia de la tirantez de relaciones entre indios y yankees, nos trasladan al interior de la isla. Es el quinto viaje á que nos obligan los rebeldes, viajes que son verdaderos vía-crucis para nosotros, por las vejaciones, ultrajes y explotación de que somos objeto en los pueblos del tránsito, donde nos arrebatan las últimas monedas» (32). No pocos intentarían fugarse, y algunos tuvieron la fortuna de conseguirlo. Las fuentes documentales arrojan algunas informaciones relativas a este asunto que, en ocasiones, desvelan peculiares e ingeniosos ardides, la mayoría de ellos construidos sobre la base de ganarse la confianza de sus captores o como resultado de meses de engatusamiento y falso romance con las hijas de jefes tagalos (33). Memorable sería la huida de los prisioneros retenidos a bordo de la cañonera Leyte ―todos ellos al borde de la inanición―, tres de los cuales conseguirían alcanzar Manila tras una increíble odisea (34). Pero no será hasta que dé comienzo la ofensiva militar norteamericana cuando los cautivos españoles comiencen a ser liberados por centenares en pueblos y aldeas al paso de las tropas estadounidenses. Para recogerlos y trasladarlos a Manila, estos movilizarán parte de su flota de transportes ligeros, cañoneras y vapores ―Romulus, Zafiro, Urano, Bolinao, Álava, Meridic, Saturno y Griesse―, a los que puntualmente sirvió de apoyo el crucero de guerra Brooklyn. Superados táctica y estratégicamente por sus enemigos, los tagalos propondrían entonces a muchos de los prisioneros ―en especial a los veteranos de los cuerpos de artillería― recobrar la libertad y recibir una buena soldada a cambio de unirse al ejército insurrecto (35). Algunos aceptaron la propuesta, la mayoría de ellos por verse libres de la esclavitud y vejaciones a las que durante meses habían estado sometidos (36). El ritmo de liberaciones corrió parejo al del avance estadounidense. A finales de 1899, 50 españoles fueron rescatados en Calamba, 38 en Dagután, 94 en Biganlo, 110 en Bayombong, 70 en Candón, 202 en Vigan, 2.100, en Baguer, 300 en Batanga, 191 en Lipa, 500 en Ragay y 3.000 en Luzón (37). Muchos de ellos serían puestos en libertad por sus propios captores con objeto de agilizar el repliegue hacia las montañas del interior (38). No faltaron tampoco rebeliones de prisioneros que, conocedores de la presencia inmediata de las fuerzas liberadoras, hicieron frente a sus captores armados con palos y (32)  La Época, 20 de marzo de 1899, p. 1. (33)  La Vanguardia, 12 de octubre de 1899, p. 5. (34)  The Sun, 28 de agosto de 1898, p. 23. (35)  Heraldo de Madrid, 12 de febrero de 1899, p. 2. Su número exacto no ha sido cuantificado, pero es de suponer ―y la documentación española y norteamericana así lo sugiere en reiteradas ocasiones― que los alistados en las filas insurrectas debieron de ser muy pocos. (36)  El Día, 15 de febrero de 1899, p. 2. (37)  The Wheeling Daily Intelligencer, 28 de julio de 1899, p. 1. (38)  La Correspondencia Militar, 11 de noviembre de 1899, p. 1. Año 2018 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 101


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