Page 123

RHN_142_con_suplemento_28

JOSÉ ANTONIO TOJO RAMALLO Poco después navegaba rumbo a la Península, adonde llegaría un mes más tarde, desembarcando con lo puesto en el puerto de Barcelona. Corría para entonces el año 1903. Quiso la suerte que allí coincidiese con varios compañeros que hacía ya tiempo lo daban por muerto, quienes se apresuraron a telefonear a su familia para comunicarle la buena nueva. En cuestión de horas, la noticia se difundió como la pólvora por su pueblo, y a su llegada la población entera le esperaba en las calles para recibirle como a un héroe. Porque lo era. No en vano, en su pecho lucía la Cruz de Plata con distintivo rojo (1897), la Medalla de Luzón (1898) y la Medalla de Sufrimiento por la Patria (1900), bien ganadas todas ellas en tierras lejanas. Lo que no se le concedió fue pensión alguna. Luis volvió a sus faenas del campo, a su anhelada vida de campesino, y en su pueblo falleció en 1940, dejando dos hijas con su primera esposa y otras tres como resultado de segundas nupcias. En el cementerio de San Clemente, una placa sobre su lápida recuerda al visitante que Luis Checa fue ―quizá― el último de Filipinas (98). El 14 de abril de ese mismo año, el navío Rainbow (4.430 t), de la Philippine Salvage Company, al mando del capitán de fragata Garry, recuperaba del agua los restos mortales de 58 marinos españoles fallecidos a bordo del crucero de guerra Reina María Cristina (3.042 t), hundido durante la batalla naval de Cavite, el 10 de mayo de 1898. El barco había sido reflotado junto con los cruceros de guerra Marqués del Duero (492 t) y Antonio de Ulloa (1.152 t) y la cañonera Argos (508 t), por orden del gobierno de los Estados Unidos. Considerados como dignos enemigos, y con el deseo de enterrarlos en tierra con todos los honores militares, el contraalmirante de la Armada norteamericana P.H. Cooper será el responsable de comunicar la noticia al gobierno de España, a través de su consulado en Manila. Ese mismo día, hecha pública la noticia, la Compañía Trasatlántica española se ofrecía a repatriar gratuitamente a la Península los restos mortales de aquellos hombres. Pero los meses transcurrieron sin que el gobierno de España se pronunciase en modo alguno. Entretanto, y a la espera de unas noticias que nunca llegarían, los restos mortales del medio centenar de marinos reposaban provisionalmente en Cavite, custodiados en el departamento médico de la Armada norteamericana. Y allí continuaron hasta que, avanzado el mes de septiembre, una junta gestora encabezada por las fuerzas vivas españolas que todavía quedaban en la capital ―prensa, casino, cámara de comercio, cabildo catedralicio, empresarios, etc.― organizó una colecta destinada a sufragar el coste de dos urnas, artísticamente decoradas con sendas coronas de hierro, en las que trasladar a la Península los restos mortales de los marinos y de los caídos durante el sitio de Baler (99). En conjunto, eran los (98)  El Mundo, 12 de diciembre de 2016, p. 24. (99)  PELLICENA CAMACHO, pp. 20-28. La viuda del capitán Enrique de las Morenas ―uno de los héroes en Baler― solicita que los restos mortales de su marido sean trasladados a la 122 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 142


RHN_142_con_suplemento_28
To see the actual publication please follow the link above