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JUAN ANTONIO GÓMEZ VIZCAÍNO ción naval y en las obras del arsenal, ya en un estado muy avanzado de ejecución, de lo que es una clara manifestación el trabajo realizado como consecuencia de la comisión recibida para dirigir y probar las condiciones marineras y resistencia de una bombarda de nueva invención, mandada construir en estos astilleros por real orden de 17 de noviembre de 1775 (66). De las dificultades encontradas para llevar a cabo la elección del lugar de su construcción es expresivo un informe redactado por Gautier el 13 de febrero del año siguiente, al que acompaña un plano de la dársena del arsenal. Este informe, si bien no llegamos a advertir en él la solución final, sí nos revela el estado de las construcciones ya que, al estar «las dos gradas del astillero ocupadas, la una con el navío San Dámaso, y en la otra pocos días antes de mi llegada habían puesto la quilla de una de las dos fragatas mandadas construir », esta situación le llevó a la elección de «una de las tres gradas señaladas en el plano adjunto con la letra L, en donde se han construido urcas afragatadas y jabeques». Pero finalmente hubo que desecharla, ya que «el boquete, que comunica con la dársena, lo hallé mas estrecho, que la manga de la bombarda proyectada», y además el ingeniero director de las obras, Mateo Vodopich, no era partidario de ello, recordando sobre todo las dificultades que hubo en su momento para «agotar el malecón, que sería preciso formar para deshacer el muelle y edificarlo de nuevo. Y continúa poniendo de manifiesto los recelos de este director ya que recuerda lo sucedido en el mismo sitio, donde se hallaron, con motivo de los fuertes manantiales, las mayores dificultades para agotar el malecón que se hizo para ensanche del mismo boquete». Por todo ello, el lugar más adecuado parece ser «la cañada E, en donde se construyó la fragata Santa Rosalía» y hoy se encuentra «su grada ya destruida con los escombros de la fábrica de la nueva cordelería», ofreciéndose Gautier no sólo para como «se necesitan más gradas que las que hay para navíos y fragatas, se puede también tantear de nuevo el arrancar estas estacas, que están en el fondo, a cuyo fin, si V.E. lo juzga conveniente, mandaré hacer tenazas de hierro, que en casos semejantes he visto emplear con suceso, y si esta máquina prueba bien, con muy poco costo se quitará de la cañada este estorbo, que ahora lo inutiliza para grada de construcción», sino también para también «agrandar el boquete de la dársena L de siete a ocho pies, para poder usar de estas tres gradas de firme, y construir en ellas, si se quiere, fragatas de 50 cañones», para lo que hará, si se le permite, «pequeñas experiencias, y de poquísimo costo, para tantear el modo de evitar grandes malecones» (67). Y muy interesante es la real orden por la que se le previene la formación de planos para la construcción de dos navíos, uno de 70 y otro de 58 cañones, en los que, «uniendo en cuanto sea posible las requisitas proporciones en los navío de S. M., se logren todos los objetos de su instituto con los dos esenciales puntos de la prudente respectiva economía, y correspondiente fuerza; conseguido este último en el postrer navío que el propio ingeniero general (66)  ANC, caja 2208, Reales Órdenes 1774-1775. (67)  AGS, MPyD, XV-172, leg. 354. 84 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 142


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