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33 celta y, por el sur, la Cordillera Cantábrica, con sus mayores altitudes, la aíslan de los vientos cálidos del sur. El resultado es un espacio bajo la potente influencia del clima atlántico, quebrado hasta la extenuación, en estado de semiaislamiento con las tierras de la meseta y con graves dificultades para el desplazamiento interno, lo que corrobora la existencia en la actualidad de tres variantes de la lengua tradicional del Principado, el asturiano. Clima duro, terreno compartimentado, condiciones típicas para una economía de pastoreo, caza y recolección. Los asentamientos humanos se documentan desde el Paleolítico inferior en las cuevas y el arte rupestre hoy en día visitables, como la incomparable de Tito Bustillo, en Ribadesella, y también la del Sidrón, con el mayor yacimiento mundial de restos de neandertales. No será hasta el retiro de los hielos, entre el x y v milenio a. C. cuando se pueda empezar a percibir el paisaje asturiano de modo similar a lo que hoy vemos. En el Neolítico aumenta el poblamiento, como atestiguan los numerosos restos megalíticos y utensilios hallados. También se inician la agricultura y los asentamientos en lugares dominantes (defensa), que serían ya en la Edad del Bronce la base de cierta cultura urbana en la que la minería y la fundición tienen su espacio. Al final de esta época se intuye que surge la cultura castreña, entornos urbanos de claro carácter defensivo que tendrán su apogeo en la Edad del Hierro, cuando ya por toda la fachada atlántica, hasta Bretaña, pueden encontrarse objetos de oro de clara factura asturiana, ya entonces tráfico marítimo mediante. En la Edad del Hierro ya podemos hablar de astures, al menos así nos lo cuentan tanto Plinio como Estrabón. Estos ocupaban una amplia zona que excedía la propia Asturias y llegaba por el sur hasta el Duero, es decir, a León, Zamora, partes de Portugal y de Orense. Su economía se basaba en la ganadería, una modesta agricultura a cargo de las mujeres, la minería de hierro, oro, cobre y, muy importante... la guerra con los vecinos como claro elemento económico. Es la época dorada de los castros, con sus muros de cinta y sus fosos y, aunque no lo parezca, Pelayo, el nuevo princeps, toma como primera y fundamental decisión el rechazo de los impuestos que debían pagar a los ocupantes musulmanes, lo que suponía una declaración de independencia Astures, ilustracion de Blanco del Pueyo


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