EL CURIOSO CASO DEL SUBMARINO ALEMÁN UC-56 Y SU INTERNAMIENTO EN SANTANDER Javier YUSTE GONZÁLEZ Escritor y articulista L estallido de la Gran Guerra no cogió a España con el paso de baile mal dado, al contrario. Comprobándose de primera mano la turbulencia de fuerzas sociales y políticas que revolvían el panorama nacional, quedarse tras la barrera era la mejor forma de mantener un ambiente «templado». Se declaró muy inteligentemente la neutralidad en tamaño conflicto, recibiéndose la noticia con alivio entre los más humildes, pues ya teníamos bastante con el Rif, pero Madrid no supo aprovechar un papel que estaba ahí, arrojado en el suelo, a la espera de que alguien lo recogiera y le quitara las arrugas y la suciedad: el de un mediador fuerte que pudiera, una vez declarado el fin de los enfrentamientos, llevarse las mieles de una economía europea destrozada. Pero ello no significa que España fuera un país, digamos, ajeno al hedor de la pólvora. Su capital importancia dentro de la geoestrategia naval lo posicionó como escenario ideal para no pocos combates silenciosos, sin que nos limitáramos a las columnas de opinión de los periódicos, que reproducían, ensalzaban o despellejaban los más recientes discursos pregonados en el Congreso de los Diputados y los avances, retrocesos y estancamientos militares. Corrían ríos de tinta sobre la sangre en los campos de Flandes, pero también se sintió la tenaza del conflicto a causa de esos 83 navíos mercantes de bandera española torpedeados tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo, con un saldo de 376 vidas perdidas (1), así como el daño casi irreparable (1) Sin tener a mano los informes de Inteligencia de las potencias enfrentadas, resulta obvio que las víctimas debían ser sospechosas de contrabando de guerra, lo cual legalizaba de 2018 705
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