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descubrir de qué se trataba. Sin pensarlo dos veces volvió a hablar con su padre. —Papá, desde que me dijiste lo importante que es la magia de volar estoy preocupado, no sé qué es... —Claro, hijo, claro, no sabes lo que es porque no has volado nunca –le respondió su padre sin darle demasiada importancia. El niño se fue sin resolver su duda, a la que además le añadió la sorpresa de que, siendo algo tan importante como antes le había dicho, al parecer ahora para su padre no era tan significativo. «En fin, ahora es Navidad y dentro de poco vendrán los Reyes Magos a los que les he pedido muchas cosas, mejor me olvido del asunto», pensó Yago. Días después y a falta de pocas horas para la llegada de los Reyes, el padre de Yago preparaba un regalo muy especial para su hijo, no por su valor material, sino por lo que representaba. Se trataba de un precioso avión de papel que conservaba desde su infancia, procedente de otros tiempos en los que las pantallas del ordenador y sus juegos no tenían tanto protagonismo. Y, sin duda, antes de dárselo, debía asegurarse de que comprendiera su verdadero sentido. Al tratarse de una fecha tan especial como la noche de Reyes, no quería que nada fallase, por eso había gestionado con bastante antelación los permisos necesarios para despegar con la avioneta desde las pistas de Cuatro Vientos. Yago estaba fascinado, iba a subir a un avión de verdad. En la cabina del avión el niño se lo sabía todo. —¡Vale, vale… no hace falta que me digas todos los pasos que hay que seguir! —¡Ya papá, ya … es que no lo puedo evitar! –contestó Yago mientras el aparato rodaba por la pista. Al despegar, el pequeño pareció quedarse mudo y atrapado en un mundo de percepciones: la de flotar por encima de las nubes, la del olor del queroseno, el ruido de los motores o la imagen del mundo a vista de pájaro. Todo parecía nuevo para él. —¡Papá, papá, ha sido increíble! Ahora entiendo lo que es la magia de volar –dijo el niño entusiasmado nada más bajarse del avión. –Yago, escúchame, ¿ves este avión de papel? —¡Dime, dime! —Antes era solo una hoja de papel, pero la hemos doblado dándole una forma adecuada para volar. Tiene alas, cola y cabina, ya no es una simple hoja de papel, ahora es un avión. —Ya, ya lo sé, papá, pero... —¡Escúchame! –le interrumpió con autoridad su padre–. Esto mismo sucede con las personas. Lo importante no es lo que eres, sino lo que puedes llegar a ser. En tu caso eres solo un niño que juega a volar, pero si quieres ser un piloto todavía tienes que dar forma a tus alas. ¡Dale forma a tus sueños! –afirmó con energía. A la mañana siguiente, en el día de Reyes, Yago se levantó disparado de la cama a ver sus numerosos regalos. Entre ellos estaba un precioso avión de papel. Lo miró y lo cogió cuidadosamente. Después lo colocó en la estantería entre sus mejores juguetes, no era un regalo cualquiera. Yago descubrió, como le había enseñado su padre, que en lo más sencillo se suele ocultar lo más importante. n REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Diciembre 2018 977


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