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A lo largo de las rutas que enlazaban Tetuán, capital del Protectorado, con Ceuta, Xauen, Tánger y Larache se fueron construyendo campamentos desde donde marchaban a combatir las unidades y a donde regresaban a descansar. De ellos, a su vez, dependían numerosas posiciones y blocaos (pequeños recintos rodeados de sacos terreros y alambradas), todos ellos construidos con la finalidad de dar protección a las unidades que circulaban por las citadas pistas. Por contra, sus guarniciones necesitaban realizar aguadas y el suministro periódico de víveres, municiones, etc., a base de columnas de abastecimiento, objetivos fáciles pera los harqueños. Muchos actos de heroísmo se produjeron cuando en ocasiones los blocaos se quedaban sitiados durante varios días, sin posibilidad de ser socorridos, luchando y muriendo sus defensores sin rendirse, a pesar de la sed y falta de municiones. Y si el abrupto terreno ya de por si era un enemigo natural a vencer durante los desplazamientos de los legionarios, los indígenas que lo habitaban constituían el peor adversario que se podían imaginar. Los bereberes eran duros, incansables y guerreros natos. Actuaban como guerrilleros con un exhaustivo conocimiento del terreno, al que se adaptaban, desde el que atacaban por sorpresa y en el que se ocultaban y movían como pez en el agua. Sabían resistir en condiciones extremas, desplazarse a grandes distancias y subsistir con tan solo unos higos secos. Preferían vivir de acuerdo con sus antiguas costumbres antes que reconocer la autoridad del sultán y aún menos la de un infiel. Con un terreno escabroso y ante unos harqueños acostumbrados a guerrear desde antaño con la <<fusila>> y la gumía, se tuvieron que enfrentar los primeros legionarios. Además, con el cumplimiento del credo legionario <<con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo hasta perecer todos>> el número de bajas legionarias se multiplicaba al ir a recoger a los heridos graves y muertos en plenos combates. El territorio se llenó de cementerios legionarios en los campamentos más importantes, de fosas comunes en las posiciones más alejadas y de tumbas aisladas en blocaos y avanzadillas. Cubiertos de tierra y con piedras encima para evitar la acción de los chacales, unas coronas improvisadas de plantas silvestres y una pequeña cruz, allí mismo construida, fueron las únicas señales dejadas sobre el terreno de los que dieron su vida por la Patria. Señales que pronto quedarían borradas, campos santos que en la actualidad nadie saben donde están ubicados. ¿Cómo eran esos campamentos legionarios en la década de los años 20 y qué restos quedan ahora en el 2018? Para mí resultó muy emocionante pisar y fotografiar recientemente los mismos lugares donde acamparon, combatieron y están enterrados aquellos héroes anónimos, aquellos legionarios de la época fundacional. Imágenes que deseo compartir con los actuales legionarios del siglo XXI para que no queden en el olvido los orígenes del Tercio de Extranjeros, ni sus raíces, regadas con tanta sangre legionaria, ni los escenarios donde las banderas recibieron su bautismo de fuego y ganaron sus primeras corbatas de guerra. EL CAMPAMENTO DE DAR RIFFIEN, CUNA DE LA LEGIÓN En el cuartel del Rey de Ceuta se establecieron las oficinas del Tercio de Extranjeros, el banderín de enganche central y el almacén de prendas. Por su parte, en la posición A, situada en lo alto de unos peñascos, a unos 3 km de Ceuta (en la actualidad cuartel de García Aldave), se dispuso el alojamiento de la tropa y la compañía de depósito. Sin embargo, la inesperada y rápida llegada masiva de aspirantes a ser legionarios procedentes de los diferentes banderines de enganche, hizo que la posición A se quedara muy pronto pequeña, pues en tan sólo un mes >> Dossier 66 544 · III-2018 La Legión


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