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67 de manera que «responda a las funciones tácticas y estratégi-cas, realidad hoy en los Ejércitos de potente y eficaz aviación, que se asignan a las unidades de parachutistas», y por otro enumera las funciones de dicha arma, determinando que las «unidades de parachutistas que se organicen», lo serán dentro del «Arma de Tropas de Aviación, para en unión del Arma Aérea, actuar, táctica o estratégicamente, en la retaguardia enemiga o donde su acción se considere indispensable» Esto produjo el efecto llamada para jóvenes oficiales como Ramón Salas Larrazábal y Mariano Gómez Muñoz13. La historia inicial de los paracaidistas del EA fue en aque-llos años una experiencia de esfuerzo, sacrificio y constancia e incomprensión. Esfuerzo, para adaptarse, como pioneros de las fuerzas armadas, al nuevo rol del paracaidismo y dis-tinto al del salvamento de tripulaciones. Sacrificio, porque en la dureza de los inicios, pagaron con su sangre avances realizados en una actividad de un riesgo muy evidente14. Y constancia e incomprensión, por querer sustituir una carrera militar en la artillería, un arma con mayúsculas, como así fue por ejemplo en el caso de uno de sus emblemáticos oficia-les, por iniciar una aventura en el jovencísimo Ejército del Aire como «parachutista». Toda actividad nueva es siempre difícil, en esta ocasión y en nuestro ejército lo era mucho más al girar toda su actividad en torno a las aeronaves, y además, el momento en el que se asomaba el paracaidismo militar a las Fuerzas Armadas españolas, cuando los ejérci-tos de nuestro entorno modernizaban su doctrina hacia lan-zamientos más especializados y menos masivos. La realidad de la evolución de la Segunda Guerra Mundial y la participa-ción de España en la campaña de Rusia de la mano del Eje, obligaron a olvidar las aspiraciones de nuestros dos oficiales. Finalizada la contienda, el entonces ministro del Aire, ge-neral González-Gallarza, visitó Los Alcázares y volvió a abor-darse la cuestión. El capitán Salas, profesor en la Academia de Tropas de Aviación, retomó el asunto, a decir de sus bió-grafos, debido a sus contactos en el Estado Mayor del Aire, véase generales González-Gallarza y Longoria. Su propuesta fue oída y tenida en cuenta. Por las conversaciones en Los Alcázares o por otras causas, cierto es que se organizó en la Primera Legión una compañía que llamaban de paracai-distas. De esta forma, el paracaidismo militar, en su vertiente de medio de transporte de tropas para el combate, nació en España de la mano del Ejército del Aire el 18 de marzo de 1946, un año después de finalizar la Segunda Guerra Mun-dial, y contemplado en la estructura orgánica del Ejército del Aire. Ahora sí, a falta de un jefe, aquel embrión alumbró a la Primera Bandera de la Primera Legión de Tropas de Aviación que, al mando del capitán Salas, fue la primera unidad para-caidista de la historia de España. Unidad que en 1953 recibi-rá el nombre de: 1.er Escuadrón de Paracaidistas de Aviación. A finales de mayo de 1946, el capitán Salas Larrazábal, ya designado jefe -vacante anunciada en el boletín del 23 de marzo junto con otras treinta y cinco para oficiales del Arma de Tropas de Aviación- busca el lugar más adecuado para el alojamiento de la bandera: «… surgen muchas dudas sobre el lugar más apropiado. Por fin en septiembre se elige la ba-se aérea de Alcalá de Henares, permaneciendo allí durante un año. Como curiosidad, los pabellones y barracones exis-tentes sirvieron de alojamiento y de ubicación del resto de dependencias; sala de plegados, almacenes y demás espa-cios necesarios para empezar. Por razones de salubridad, el 10 de marzo de 1947 se traslada al edificio de la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos de Cuatro Vientos». Desde su destino en Alcalá de Henares, el capitán Salas fue en comisión de servicio a la República Argentina para se-guir un curso básico de paracaidismo que las Fuerzas Arma-das argentinas impartían en la ciudad de Córdoba. Finalizada la comisión, ya en España, y «sin perjuicio de sus destinos», fue nombrado «director jefe de la Escuela de Paracaidistas», cesando a finales de abril del año 1948 en el mando de la bandera y entregándola a quién había sido su segundo, el capitán Javier Alario Saubot. El 13 de enero de 1947 la ban-dera se convirtió en unidad independiente al desligarse de la Primera Legión, cumpliéndose así las aspiraciones del decre-to de noviembre de 1939. Lo siguiente fue cambiar la denominación a la de Primera Bandera de Paracaidistas de Aviación. «Bandera paracaidis-ta, sin paracaidistas, y sin paracaídas», tal y como recogió en Cap. Ramón Salas Larrazábal. Fuente: AEMP Cte. Mariano Gómez Muñoz. Fuente: AEMP Cartel de reclutamiento. Imagen: AEMP Descenso automático de los alumnos de la Primera Bandera. Imagen: AEMP


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