Page 94

Aeroplano_36

La decisión de la llegada a Madrid, y más concretamente a la localidad de Getafe, en la Dehesa de Santa Quiteria era una oportunidad para España. El 13 de mayo el Ayuntamien-to de Getafe autorizó al Real Aero Club de España a acon-dicionar 92 el lugar, comenzando así las obras, que terminaron ocho días después, justo el día de la salida de la prueba. En esas jornadas se preparó debidamente el lugar, completando un aeródromo con una zona de aterrizaje de 1.000 metros de longitud por 300 de anchura, un cobertizo para 14 aviones, tribunas y otras instalaciones. Los competidores tomarían la salida con intervalos de 5 minutos a partir de las 5 de la madrugada, pero previa-mente hubo unos vuelos cortos de prueba a las 3:45 h, que efectuaron Jules Vedrines y André Frey. El primer competidor en salir fue André Beaumont, que lo hizo a las 5:10 h, segui-do con intervalos de 5 minutos por Roland Garros y Eugéne Gilbert. Desde este momento se inició una serie de salidas frustradas, empezando por Frey, que despegaba a las 5:35 h, pero tras dar una vuelta a bastante altura alrededor del aeródromo tuvo que aterrizar, y después de que se hicieran unos ajustes en el motor de su avión lo intentaría de nuevo a las 6:00 h, pero se le dañó una rueda y tuvo que retrasar su intento para que se hicieran unas pequeñas reparaciones. Después tenía que salir el belga John Verrept, pero, no es-tando dispuesto aún su aparato, quedaría aplazada su salida, para dar lugar a la de Garnier, que solamente efectuaría un corto vuelo al no funcionar su motor correctamente, por lo que tuvo que volver a su hangar. Despegó seguidamente Jules Védrines, quien también tuvo que aterrizar por algunos problemas con los mandos de control de su avión. Por ello, se vio obligado a salir más tarde con el monoplano del Ve-rrept, que le cedió su aparato que ya estaba listo, renuncian-do así este a continuar la carrera. Todos estos retrasos fueron haciendo que poco a poco el gentío se fuese dispersando por las zonas del campo de vuelo, donde solamente podían entrar los comisarios de la carrera, los pilotos y sus mecánicos. Después del despegue de Le Lasseur de Ranssay, que lo hizo a las 6:22 h, Louis Émile Train fue llamado a la línea de salida. Dispuesto para partir Train, un numeroso grupo de personas contemplaban con admiración el monoplano  Era el único con capacidad para llevar un pasajero a bordo y el fuselaje estaba cons-truido con tubos metálicos. Las costillas de las alas eran de madera. Construido por su propio inventor y piloto para el servicio especial de las colonias. Acompañaba a Train, como pasajero, M. Bonnier, hijo del arquitecto de la ciudad de París, y a las 6:30 h el aeroplano dejó el suelo después de recorrer unos 150 metros, elevándose y realizando un viraje muy fuerte. El aparato parecía no disponer de bastante fuerza para remontarse. Segundos después de su despe-gue comenzaría una tragedia, ya que Train, después de la carrera de despegue y para evitar a un grupo de soldados a caballo, sobrevoló la tribuna de autoridades, impactó con ella, aterrizando con su avión destrozado. En este accidente murió el ministro de la Guerra, Maurice Berteaux, y quedaron mal heridos el presidente del Consejo de Ministros, Ernest Monis, con una pierna rota, su hijo y el afamado industrial y patrocinador de la Prueba Henry Deutsch de la Meurthe, que perdería un brazo y sufrió una herida en la cabeza. Desgra-ciadamente hubo muchos heridos. El accidente dio, si cabe, mayor importancia mediática a esta carrera aérea, y provocó que solamente un piloto, Roland Garros, terminara en solita-rio la primera etapa porque no hubo forma de avisarle hasta que aterrizó en Angulema. El periódico ABC narraba así el suceso desde la capital francesa: «Train hizo una salida dificultosa y cuando ya as-cendía –a unos ocho metros de altura– advirtió que iba a cruzar sobre una sección de coraceros…, el aviador intentó torcer súbitamente la dirección, y lo hizo con tal desgracia, que el aeroplano aterrizó de golpe… y fue a dar sobre un grupo de unas veinte personas, grupo formado por el Jefe del Gobierno M. Monis; el Ministro de la Guerra, el general Berteaux, varios generales, algún alto funcionario y los indi-viduos del Comité organizador». El diario proseguía tratando de plasmar el pánico vivido: «Imposible describir la escena de horrenda confusión, de espanto y de alarma que en aquel instante se produjo. El público, adivinando la magnitud de la catástrofe, invadió la pista en frenético tumulto». Con todo esto, solo Roland Garros había podido partir el domingo para la primera etapa, ya que lo hizo antes del accidente, aplazándose hasta el día 22 de mayo la partida del resto de los pilotos. Garros aterrizaría sin novedad en An-gulema, donde sus habitantes le recibirían con una delirante ovación. Con este hecho nos podemos imaginar la expecta-ción y la importancia que había levantado esta carrera aérea, ya que, a pesar de la muerte del ministro de la Guerra, no se suspendió el evento, y el propio jefe del Gobierno, señor Mo-nis, autorizó la continuación. En esta primera etapa, y tras recorrer 330 kilómetros, solo terminaron Garros, Gilbert y Védrines, quedando eliminados los otros cuatro participantes. André Frey no pudo llegar más allá de Etampes por una avería de su Morane Saulnier que no pudo reparar. André Beaumont había aterrizado con su Ble-riot en Loches poco después de la mitad de la primera etapa para realizar una comprobación de la ruta, pero al despegar rompió el ala derecha, viéndose forzado a abandonar. Luis Gibert, a causa del frío y del fuerte viento se vio obligado a aterrizar en el aeródromo de Pont-Levay y desistió de conti-nuar. El aviador Le Lasseur de Ransay se desvió hacia el de-partamento de La Nicare, en donde descendió para aterrizar por alguna irregularidad del motor, pero una vez subsanada volvió a despegar, viéndose obligado de nuevo a aterrizar cerca de Sancene donde abandonó la carrera. El día 23 de mayo se dio la salida muy temprano a los tres aviadores supervivientes, que les llevaría durante 335 kilóme-tros desde Angulema hasta la ciudad de San Sebastián. Ro-land Garros despegaría a las 5:13 h, Eugene Gilbert 6 minutos más tarde y Vedrines a las 7:14 h. Todos los puntos posibles de observación de la costa vasca estaban ocupados por una multitud de curiosos para recibirles. De los puertos habían sa-lido lanchas de la Cruz Roja y entre Fuenterrabía y San Sebas-tián vigilaba la mar el viejo cañonero Mac-Mahón. En el fuerte Guadalupe de San Juan de Luz la guarnición vigilaba el cielo atentamente con la orden de disparar una salva de cañonazos tan pronto como observasen la llegada de los aviones. A las nueve menos diez de la mañana se disparan los cañonazos al Portada de Le Petit Parisien, rotativo organizador el Raid París-Madrid del 21 al 26 de mayo de 1911


Aeroplano_36
To see the actual publication please follow the link above