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nez a Marsala y Roma en cuatro días (1.200 km). Por todo ello, se le concederá el premio Henri Deutsch de la Meurthe correspondiente a ese año y otorgado por la Académie des Sports. Lógicamente involucrado en el automovilismo deportivo (como prácticamente lo hacían todos los aviadores de aquel tiempo), en el mes de julio de 1913 Garros tomó tierra con su monoplano Morane-Saulnier en las proximidades de la fábrica Bugatti en Molsheim, sin previo aviso a las autori-dades 96 locales (Alsacia pertenecía entonces a Alemania). El piloto quería probar y comprar un ejemplar del Bugatti Type 18, el modelo más grande fabricado por Ettore hasta enton-ces, más potente y rápido que el Morane-Saulnier con el que había llegado Roland. Entre el piloto y el fabricante se esta-blecería una corriente de simpatía; Bugatti bautizaría como Roland Garros al vehículo 5,0 litros Tipo 18, del que solo se fabricarán una media docena de ejemplares; y además daría el nombre de Roland, a su hijo menor (1922-1977). El primer As Al entrar Francia en la I Guerra Mundial el 28 de julio de 1914, Garros se alistó el 2 de agosto en la aviación mili-tar, aunque no estaba obligado por haber nacido en una co-lonia francesa. Pasaría a encuadrarse en la Escuadrilla M23, convirtiéndose así en uno de sus primeros pilotos de guerra. Durante el conflicto realizaría una gran aportación tecnológi-ca que le valdría a convertirse en un héroe en Francia. Los aviones de combate de la época tenían un gran pro-blema, pues para disparar las ametralladoras, los observa-dores que volaban detrás del piloto tenían que hacer fuego también detrás de la hélice delantera, por lo que muchos de los proyectiles rebotaban en las palas de la misma, oca-sionando con cierta frecuencia que el piloto fuese herido e incluso se derribase a sí mismo. «Yo podía superar en táctica de combate a mi adversario –escribía el teniente Roland Ga-rros– pero mi observador nunca conseguía acertarle con el fusil ligero, carabina o escopeta, que era todo nuestro arma-mento ». Por ello, el piloto francés centró su atención en solucionar el problema de disparar a través de la hélice de los aeropla-nos de motor delantero más apropiados para el combate. De visita a París, expresó su consternación al fabricante de aviones Raymond Saulnier, quien en abril de 1914 había soli-citado la patente de un mecanismo que, en teoría, permitiría disparar a la ametralladora por entre las palas de la hélice en su vertiginoso movimiento de rotación. El diseño pare-cía bastante acertado, pero desgraciadamente la aceptable ametralladora Hotchkiss tenía tendencia a disparar con una cadencia muy poco uniforme y la munición solía producir un alto porcentaje de disparos retardados. Ningún ingenio exis-tente podía evitar que la hélice de madera fuera destrozada por las balas de la ametralladora. Pero Raymond Saulnier mostró también a Garros algo más que él había diseñado. Era un deflector de acero que, previa fijación a la hélice, la protegería del daño que producía el pe-queño porcentaje de balas que en ella podrían impactar. Ga-rros y otro amigo, el maestro mecánico Jules Hue, se pusieron a trabajar en el diseño y posterior ensayo del de-flector. Atornillaron tanto el arma como el nuevo ingenio en un anticuado avión. «Conecté el motor», escribía Hue. «Ga-rros disparó... y todo el conjunto se desplomó. El motor cayó a tierra, una de las palas se cayó y la parte trasera del fusela-je del avión se partió. ¿Qué había sucedido? Una de las abrazaderas que sujetaban los deflectores a la hélice se ha-bía roto». Tras esta desastrosa experiencia Garros sugirió a Hue que diseñara mejores abrazaderas y las perfeccionase en forma de cuña, y Hue añadió una especie de acanaladura para las balas que no consiguieran atravesar el arco de la hélice, simplemente rebotarían en las placas. Era una solución que Representación de la primera victoria aérea de Roland Garros daba miedo, pero Garros era un hombre de gran valor y con-vicción y con la innovación se marcharía al aire. Por ello, al artilugio, según algunos historiadores, le dieron el nombre de «dispositivo Garros». En el mes de marzo reapareció en el aeródromo de Saint Pol, cerca de Dunquerque, con una ametralladora Hotch-kiss fijada en un soporte tras la hélice blindada en su Mora-ne- Saulnier monoplano, y el 1 de abril despegó en solitario hacia las líneas alemanas. Inicialmente su misión era bom-bardear la estación del ferrocarril próxima a Ostende. Pero inesperadamente divisó a un caza Albatros alemán que ob-servaba las trincheras aliadas después de una semana de mal tiempo. Garros, ascendiendo, se tiró en picado sobre el avión enemigo. Entonces, de detrás de su hélice salieron anaranjados destellos, una ligera estela de humo y el rítmico tableteo de su ametralladora. Los alemanes respondieron con los disparos de una carabina, pero no era suficiente defensa. El piloto francés cargó nuevamente su arma e hizo fuego. Fue en la tercera ráfaga cuando del motor del avión alemán surgió una inmensa llamarada que se propagó in-mediatamente. El Albatros comenzó una amplia espiral y se estrelló contra el suelo. Nunca anteriormente un piloto había podido hacer puntería frontalmente con su avión como si se tratase de un arma ni poder disparar a través de la hélice para abatir a su enemigo. El 15 de abril Roland Garros derribaría otro avión alemán y en la madrugada del 18 del mismo mes conseguiría su tercera pieza. Así, en tan solo dieciocho días había derribado tres ae-roplanos enemigos, y además había obligado a otros dos a aterrizar, ganando por consiguiente el título de as, un término coloquial francés que denotaba una realización sobresaliente en cualquier actividad. Un periodista aliado, al enterarse de las cinco victorias de Garros, de las cuales únicamente había tres confirmadas, y las referencias a él como as, interpretó que as es un título que se aplicaba al piloto que consiguiera cinco vic-torias. En sus nuevos reportajes, así lo relataba. Esta malinter-pretación, que calificaba de as a cualquier piloto con cinco victorias, se extendió rápidamente y más adelante se convirtió en un criterio universalmente aceptado. Con su rifle de disparó frontal, Garros fue el terror de los cielos hasta que al día siguiente, al poco de despegar de Dunquerque, descendió demasiado y un disparo hecho desde las líneas alemanas le cortó su suministro de com-bustible y le obligó a realizar un aterrizaje forzoso tras las


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