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RUMBO A LA VIDA MARINA cían migraciones verticales, subiendo del oscuro fondo a la luminosa superficie y viceversa; su mirada necesariamente tenía que ser polivalente y sus ojos de gran tamaño. Otros fósiles carecen de ojos e indican que vivían enterrados en el fango. Y así la piedra nos va contando cosas y más cosas y vamos conociendo los pormenores de sus vidas. En España los fósiles de trilobites son relativamente frecuentes y, aunque suele darse en ellos el fenómeno del «provincialismo», es decir, su localización en extensiones geográficas reducidas, también se da el caso del «cosmopolitismo », como en el fósil Neseuretus, que abunda en Aragón y también en Paraguay y en su frontera oriental con Brasil; o el caso de Phacops, que según nos cuenta el profesor Sequeiros «es típico del Devónico de España (León, Asturias, Pirineos), pero también se encuentra en los Andes centrales bolivianos ». Curioso, ¿verdad? Bueno, pues cualquier sorpresa que nos pudiera producir su asombrosa distribución discontinua debe atemperarse si recordamos que hubo un día en el que los continentes estaban unidos, Pangea, y que sus pedazos salieron navegando en un viaje de cientos de millones de años hasta adquirir su fisonomía actual. Corresponde a los trilobites, pues, el honor de habernos legado, moldeados en piedra caliza y señera, los fósiles más fieles y antiguos de artrópodos que se conservan en el registro fósil. Y eso, ¿por qué? Pues porque gracias a que sus caparazones fueron tan duros y consistentes se facilitó su exitosa fosilización en comparación con sus posibles antecesores que, forzosamente y por lógica, si los hubo, tuvieron que ser animales blandos y desnudos con pocas aptitudes para fosilizar; es decir, con pocas posibilidades de convertirse en reveladores pedruscos. Los primeros fósiles de trilobites se han datado al principio del Período Cámbrico de la Era Primaria, con 540 millones de años de edad. Y vivieron sin salir nunca de la mar, durante 300 millones de años, hasta extinguirse en el Pérmico, poco antes de la aparición de los dinosaurios. Invito al lector a que haga una ligera reflexión sobre qué significa el fantástico y mentalmente inabordable fluir del tiempo de los trilobites en comparación con nuestra vida, con una media de 83 años en la España actual, o con nuestra Era, de poco más de 2.000. Y si habéis superado el examen de nuestra levedad con más pena que gloria, comprenderéis que, con tan dilatados y perdurables antecedentes, los trilobites merecen un respeto por su antigüedad: arma presentada y que suenen los pífanos. Algo parecido al Acueducto de Segovia, aunque sus «jóvenes » sillares aún no hayan cumplido la mayoría de edad de los trilobites, en cuya historia también veréis que estamos rozando los cimientos de la vida animal, que estamos hurgando en lo más íntimo de la mar como fuente universal de vida. Además, en la citada época de datación de los primeros trilobites, sus ejemplares aparecen ya tan perfectos y acabados que se sugiere que podrían haberse originado mucho antes, en el Precámbrico, con lo que nos encontra- 2018 919


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