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Rubén Somonte/MDE —Se enfrentan a un doble reto. En primer lugar, deben ampliar el espacio de seguridad estable a lo largo y ancho del país, reduciendo las áreas en disputa y extendiéndolo a las áreas rurales o de difícil acceso geográfico. Por otro lado, es preciso continuar la transformación de las fuerzas policiales y armadas para hacer frente a una insurgencia aún activa. La asunción de ambos retos favorece el reconocimiento social de sus cometidos y, por lo tanto se constituye en un elemento de cohesión nacional. —Kabul ha sufrido varios atentados ¿Qué medidas de seguridad adoptan? —La situación es de una inestabilidad moderada. Es una ciudad vibrante, que concentra el 10 por 100 de la población afgana, que son algo más de 35 millones de personas y con una importante presencia de personal internacional. El gobierno afgano tiene un interés especial en que Kabul esté convenientemente protegida. Sin embargo, las acciones de terror buscan sorprender por la dimensión del dolor y la aleatoriedad. Ante esta situación, se establecen estrictas medidas de autoprotección para las personas e instalaciones, que incluyen severos controles de acceso a las bases; movimientos en vehículos de alta protección y el acompañamiento de los Guardian Angels, que nos proporcionan un entorno de seguridad controlado. —¿Qué ha aprendido de su participación en esta y otras misiones? —Mi experiencia en el exterior comenzó en Irak en 2004, pasando por los Balcanes y, finalmente, Malí. En todos ellas he aprendido de la humildad, sencillez y hospitalidad de cuantos me han acogido. He comprobado que son más las características culturales que nos aproximan que las que nos separan, y que más allá del dolor y la tristeza derivada de un conflicto, siempre aflora la esperanza de una vida mejor. En Afganistán tengo el honor y el privilegio de compartir mis responsabilidades con casi 17.000 militares de 39 naciones. El mundo reconoce el esfuerzo realizado por una causa común, y no podemos fracasar en nuestro intento, como muestra de respeto a todos los soldados que han estado en estas tierras y al pueblo afgano que anhela una sociedad democrática e inclusiva. Víctor Hernández acerca la igualdad, las independiza económicamente, y aportan una visión cultural diferente a la reconciliación. —¿Es viable un acuerdo de paz con los talibanes? —Quiero pensar que sí. Es necesario para que los valores tradicionales afganos recuperen su presencia en la sociedad y confluyan con los principios y valores democráticos que inspiramos y apoyamos. En este acuerdo debe darse por finalizado el uso de la violencia, el terror y el fanatismo para poder acudir al espacio público a defender con libertad sus idearios, respetando los resultados de unas elecciones libres, seguras, creíbles y transparentes. —¿Qué papel han de jugar las fuerzas de defensa y seguridad afganas? cluir a ninguna parte de la sociedad, y muy especialmente las mujeres, a las que el régimen talibán recluía en un ámbito doméstico de semiesclavitud. —¿Qué influencia tiene la mujer afgana en el proceso de paz? —Su relevancia es indiscutible, de tal forma que si no se apoya su inclusión no existirá la paz. La mujer es decisiva para consolidar una sociedad, una nación. Hace más de cien años, la Constitución afgana ya garantizaba a las mujeres una presencia importante en la vida pública. A fecha de hoy, desempeñan una función aún mayor en la tarea de consolidar la seguridad del país. La ONU y la OSCE impulsan su incorporación al espacio político, y en las unidades de policía y militares la mujer se va incorporando continuamente lo que Enero 2019 Revista Española de Defensa 27


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