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o dotes inherentes a las personas: la lectura. Se puede aprender a ser un líder. El Jepson School of Leadership Studies de la Universidad de Richmond, junto con alrededor de otras doce instituciones similares en Estados Unidos, ofrecen la posibilidad de cursar estudios civiles superiores en la materia y sumergen al alumno en un mundo creado por y para el liderazgo en el que poder pasar por todos los roles: seguidor, subordinado, observador ajeno, gestor y líder (Fox, 2011). De este modo se pretende que, en el futuro, los alumnos egresados sean capaces de empatizar con sus subordinados y comprendan sus preocupaciones, incidiendo, como veremos, en uno de los factores clave de la relación líder-seguidor. Asimismo, la Academia General Militar es una institución puntera en la creación de líderes. Desde sus comienzos se ha trabajado duramente a fin de crear el ambiente óptimo para inculcar la práctica del noble arte del liderazgo entre sus alumnos. En el marco de sus diferentes planes de estudios, los cadetes reciben cuantiosa formación teórico práctica orientada al desarrollo de su capacidad de influir positivamente en los demás. En un tercer eje de pensamiento se sitúan aquellos que afirman con tesón que no se nace con el liderazgo en la sangre, sino que se adquiere (leaders are made, not born). Es el caso de Lee Iacocca. Según postula Iacocca (2007), el liderazgo se forja en tiempos de crisis, cuando el mundo al que pertenecemos se desmorona. A este respecto, la única certidumbre parece ser que el liderazgo se puede aprender y está sujeto a constante mejora, independientemente 58  /  Revista Ejército nº 933 • diciembre 2018 de las habilidades de base del individuo (englobadas bajo el término carácter; forjado como resultado de la modelación del temperamento por la pertenencia a un entorno sociocultural concreto; por ejemplo, el carisma). El propio concepto implica una constante evolución: el anquilosamiento en una forma estricta de liderazgo es incompatible con la eficiencia buscada con su práctica. Crear un líder es un proceso continuo que comienza por el deseo, sigue por el aprendizaje y el entrenamiento, alcanza su máximo esplendor una vez que se adquieren responsabilidades y evoluciona día a día al confrontar nuevos retos y reiniciarse el ciclo (Smith y Foley, 1998). Es difícil definir el liderazgo con precisión, ya que no es tanto una actitud o un comportamiento como un estilo de vida, una alta motivación vital. La complejidad del concepto hace que los expertos difieran en cuántas y cuáles son las cualidades más notorias de un líder. Entre otras, tienen cabida los buenos modales, la integridad, el honor, el valor, el buen juicio, la capacidad de decisión, la justicia, la fiabilidad, el conocimiento, la lealtad, el tacto, la humildad, la iniciativa, la resistencia, la resiliencia y la capacidad de sacrificio personal en pro de la colectividad (Finzel, 1994; Myers, 1997; Smith y Foley, 1998; Cannon y Cannon, 2005; McMichael, 2008; Fox, 2011). Considerando el liderazgo como la habilidad que tiene un jefe para influir en sus subordinados más allá de lo que su autoridad le permite, sin que estos se sientan coaccionados (OR7-026, 2007), cabe detenerse a analizar una serie de características esenciales del liderazgo. PREOCUPACIÓN Hace referencia al compromiso personal e intransferible del líder hacia las personas y las cosas que esas personas valoran. Dedicación hacia ellos, preocupándose por todo cuanto les incumbe (Fox, 2011). El término exacto es un compendio de lo que significa «preocuparse por», «verse afectado por», «importar» y «sentir cariño por». El liderazgo se puede aprender y está sujeto a constante mejora, independientemente de las habilidades de base del individuo


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