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Revista_Ejercito_933

El apretado programa de instrucción no debe hacer que se descuide el contacto directo con los subordinados 73 Algunos autores1 citan, en relación con los valores propios de la Institución, cuatro etapas del militar desde que el personal se incorpora a filas: la primera etapa, de cumplimiento, en la que se trata de conocer estos valores y obedecer de manera automática, sin que todavía se traduzca en convencimiento. La segunda etapa sería de comprensión; entenderlos y asumir que la Institución funciona con esos valores para actuar por convencimiento pero no de manera espontánea. La tercera etapa sería de aceptación, asumiéndolos individualmente y adaptando el comportamiento a los mismos, practicándolos a diario, de manera espontánea. La cuarta etapa comprendería la exigencia, que consistiría no solo en ser un ejemplo de esos valores, sino en enseñarlos y exigirlos a los demás. Está claro que para practicar estos valores, en primer lugar, debemos enseñar cuáles son, por tanto un primer paso será programar sesiones teóricas, tanto para cuadros de mando como tropa, donde se hable de los mismos y se pongan ejemplos prácticos no solo de hechos históricos, sino también del día a día. En gran medida, y al menos en la parte histórica, esa es la pretensión de las efemérides de las Órdenes del Día de las unidades que, convenientemente empleadas y actualizadas, pueden ser una gran fuente de ejemplos de valores aplicados. Las personas no son piezas inertes e inmutables, son sujetos llenos de sentimientos y emociones


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