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91 describen a un hombre inteligente, que le gustaba destacar, y que con los juegos y las bromas, que le acercaban a su equipo y sus soldados, aumentaba una unión y confianza tan necesarias en los momentos críticos sin disminuir la autoridad. Para ilustrar el trato que tenía con sus subalternos, y también con sus superiores, nada mejor que recurrir al libro de memorias del capitán de su 1.ª batería, Antonio De Andrés, Artillería en la División Azul (Krasny Bor)5, un relato, sobre todo humano, de las vicisitudes y vida cotidiana de la División Azul en el frente ruso y, especialmente, de la terrible batalla a la que se enfrentaron. Es hilarante, digna de una comedia del también divisionario Berlanga, la anécdota del soldado ruso que en medio de la lucha se coló despistado en la 1.ª batería, donde no sabían qué hacer con él y terminaron adoptándolo, y llegó incluso a formar y desfilar con ellos ante el general de la división tras la batalla. Varias son las anécdotas que el capitán De Andrés refiere de su comandante (con el que no comenzó con buen pie «aunque después fui su predilecto»), un hombre capaz de llevar lejos las bromas y también de encajarlas. En ese frío e inhóspito lugar a las afueras de Leningrado, la camaradería de los divisionarios resultaba vital para su supervivencia. Quizá entre las más famosas que se replican en comentarios de conocidos y foros esté su habilidad, o bestialidad, para triturar con los dientes el cristal de los vasos, como hizo un día en el hogar del Guripa tras brindar por su unidad, emplazando a otros a hacer lo mismo, sin éxito. Ducho también en los juegos de cartomancia, «Reinlein le echaba más teatro que una primeriza a su parto...», entretenía muchas noches al personal con los trucos que previamente había ensayado meticulosamente con su ayudante, el teniente Retenaga. Otra broma bastante conocida, que esta vez le tocaría encajar con deportividad, se refiere a un pareado grosero con la palabra zumaca, cuando preguntó qué era una cruz multicolor que se veía a lo lejos. Divertido con la respuesta atrevida del capitán De Andrés, le retó a decírsela también al general Esteban-Infantes, que torció el gesto, sin pasar a mayores, tras explicarle la apuesta. Muy amante de los retos, en una noche algo etílica llegó a hacerse la fimosis para demostrar a un teniente que era una operación sin La camaradería de los divisionarios resultaba vital para su supervivencia La Division Azul en Voljov 1941 - Ferrer Dalmau


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