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conquistó un cerro que sería decisivo para el devenir final de la batalla; recompensado a su regreso como Grande de España, con el título de marqués de Castillejos. También en 1861 fue designado jefe del cuerpo expedicionario español enviado a México, en supuesta alianza con franceses y británicos, para saldar el pago de las deudas pendientes del gobierno de Juárez con esos países. Prim decidió por su cuenta retirar sus fuerzas (al cerciorarse de que Napoleón III pretendía instaurar a Maximiliano I como emperador de México), decisión que fue ampliamente discutida en España y que le llevó de vuelta al progresismo. 96  /  Revista Ejército nº 933 • diciembre 2018 SITUACIÓN POLÍTICA EN ESPAÑA EN 1868-1870 Desde 1865 España se encontraba en un clarísimo contexto de crisis social y económica en el que se sucedieron diversos actos de rebeldía contra la reina. Destacó una gran manifestación de estudiantes (Noche de San Daniel) reprimida violentamente, la sublevación de los sargentos artilleros del cuartel de San Gil, que fue apoyada por las clases populares del sur de Madrid, y el pacto revolucionario de Ostende (1866), iniciativa progresista de Prim con el objetivo de derribar la monarquía de Isabel II. También a partir del 1862 se agudiza el problema de la industria textil catalana, motivado por la escasez de algodón debido a la guerra de Secesión norteamericana y se produce la primera gran crisis económico-financiera en España a consecuencia de las pérdidas sufridas por las compañías ferroviarias, que arrastraron con ellas a bancos y entidades de crédito. La revolución de septiembre de 1868, o Gloriosa, se gestó en la ciudad de Cádiz, donde el almirante Topete (al que se suman Serrano y Prim) se pronunció al frente de su escuadra para redactar el manifiesto España con honra. El documento recoge los motivos y los fines del movimiento revolucionario: recuperación de la soberanía nacional, libertad religiosa y de enseñanza, creación de un gobierno provisional, sufragio universal, etc. El ambiente generalizado de revolución y constitución de juntas revolucionarias locales y la victoria de los rebeldes sublevados al mando de Serrano en Alcolea, el 28 de septiembre, conducen a Isabel II a abandonar el país dos días después, a lo que siguió una regencia provisional presidida por Serrano y de la que también formaban parte los otros generales sublevados. La inestabilidad política, propiciada por los desencuentros entre unionistas y progresistas, el mal estado de la Hacienda y las reivindicaciones republicanas y carlistas precisaban, con urgencia, consolidar los logros revolucionarios y mantener el orden. Para ello era necesario conseguir una monarquía capaz de aglutinar El general Juan Prim y Prats


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