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206 MARIANO CUESTA DOMINGO Si la información es capacidad de ejecutar; eso fue todo lo conse-guido cuando el siglo XVIII inició su andadura. Por encima de imagen de desolación y muerte que se percibía, el campo había quedado abonado para una nueva obra construida sobre aquella base y resultó consistente y duradera. Sobre la pervivencia de cartografía improvisada y la profe-sionalmente desarrollada, emergían avances verificables que trasladas la idea de progreso a través de algunos de sus rasgos: cartelas minuciosas, relieve con montes de perfil, sombreados a el agua, limites interregnos en colores, toponimia con signos convencionales (presidios, ciudades, destacamentos, villas, pueblos, misiones, ranchos, haciendas, reales de minas…caminos, hidrografía-… también la orografía en perspectiva, sombreado el valle, con manzanas y edificios importantes, edifico de perfil, flora, fauna. Finalmente, respecto a la cartografía continental el mapa más re-presentativo es el de América del Sur (1775) de Juan de la Cruz con otras tiradas posteriores69 (Tomás López se desinteresó por estas cuestiones de límites y puso su atención en otros temas más provechosos para él y sus hijos). En síntesis, la obra de Cruz Cano puede calificarse de magnífica y así fue apreciada por Humboldt y, en otro orden, por Jefferson. Fue un inmenso trabajo de gabinete, global, no superado en mucho tiempo; un gran mapa grabado, muy apreciado en los litigios del tratado de límites de 1777, por las nuevas repúblicas nacientes que lo utilizaron como instru-mento contra España y, además, en sus mutuas reclamaciones limítrofes. Definitivamente, la conflictiva situación que se planteó en los años posteriores a Carlos III tuvo su nota en desavenencias en la cumbre na-val, Godoy por medio. Cualquier recurso que pudiera solicitar la Armada era destinada al pago del personal y arreglo de las naves; las expedicio-nes quedaron al margen y las que estaban en marcha no recibieron mayor atención. Al menos sobrevivieron las instituciones más prestigiosas de la marina. En todo caso debe subrayarse que durante esta etapa carolina América recibió las excelencias de una renovación a caballo del ambien-te ilustrado lo que es perceptible en la confección de mapas, en la evolu-ción de la cartografía ultramarina con una evolución siempre encomiada y apta para su aprovechamiento durante el siglo siguiente. 69  JIMÉNEZ GARCÉS, J. A: La obra del cartógrafo Cano y Olmedilla y su mapa de América meridional de 1775. 2 tomos. UCM. Madrid, 2016; CUESTA DOMINGO, M: “Cartografía de América del Sur, Juan de la Cruz”. En Milicia y Sociedad ilustrada en España y América (1750-1800). Tomo II: 209-237. Cátedra “General Castaños”. Sevilla, 2002 (fig. 19). Revista de Historia Militar, 124 (2018), pp. 206-208. ISSN: 0482-5748


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