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234 ENRIQUE GOZALBES CRAVIOTO políticas tendieron con notable frecuencia a trasladarse a la actitud respecto al mando militar. El factor de tradicionalismo se marcará sobre todo en los difíciles cambios efectuados en el terreno estrictamente militar. El desastre frente a Timoleón en Sicilia, en el siglo IV a. C., según la descripción de Plutarco, marca ya esa insuficiencia muy marcada en la organización militar, presta en ocasiones (en manos de un general inhábil) a la simple anarquía en el com-bate. De esta forma, la situación conduciría a que el ejército de Cartago en el siglo III a. C. aparentara ya estar hipertrofiado en relación al uso y función de los mercenarios, pero sobre todo también en el acceso y desarrollo del generalato, que en parte seguía incluso el modelo más tradicional de los re-yes de Esparta. Pero ese ejército que se había deteriorado con el tiempo, sin embargo tuvo un arranque que adelantó los fundamentos del mundo griego. La principal novedad representada por el ejército cartaginés, a la que nos referimos, se había producido en la reforma militar de Amílcar llevada a cabo en las primeras décadas del siglo V a. C., en la intervención en la primera guerra greco-púnica en Sicilia. En ese caso se trató de la introducción de la primera característica singular que marcaría la identidad y la imagen del ejér-cito de Cartago: la contratación de numerosos mercenarios, de tropas extran-jeras de diversas procedencias. En principio los cartagineses no se fiaron de las gentes africanas, pero desde finales del siglo V a. C. éstos fueron aumen-tando sustancialmente su número. Aún y así habría que distinguir entre los mercenarios contratados individualmente, de un lado, y las gentes contratadas de forma colectiva, entre las poblaciones africanas sometidas al clientelismo. Y la segunda reforma sería básicamente la introducida por Jantipo, a mediados del siglo III a. C., que marcaría una superación en la ya defectuosa y desordenada ubicación de las tropas para el combate, las carencias tácticas bien manifiestas, con la definitiva sustitución de los carros de combate por la caballería, y sobre todo también la introducción del arma que marcaría la segunda gran imagen del ejército de Cartago: la ubicación de los elefantes en primera línea. Con ello, Cartago ya estaba realmente preparada para disputarle a Roma el dominio en tierra: el fundamento de su derrota en la Primera Guerra Púnica se encontró básicamente en su sorprendente pérdida del control del mar. La respuesta del ejército formado por los generales de la familia Bárqui-da sería enormemente relevante, pero terminó con los años agotándose frente a la adaptación táctica y mejor actuación estratégica de Roma. en la época de la Segunda Guerra Púnica ya quien prevalecía era el Senado. Remataba su argumentación en VI, 51, 8 cuando afirmaba que pese a sufrir un desastre militar absoluto, en la batalla de Cannas, Roma acabó ganando la guerra porque las discusiones y decisiones del Senado romano fueron mucho más atinadas. Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 234-238. ISSN: 0482-5748


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