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Rodríguez—, mientras que otros cuatro lo hicieron el 17 de marzo, todos ellos antes de la entrada en vigor de UNAVEM, que se produjo el 1 de abril. «Estábamos nerviosos y a la vez ilusionados, porque era una misión nueva y verdaderamente apasionante», recordaría tiempo después el teniente coronel Rodríguez, para quien Angola era entonces «un país destrozado y empobrecido por quince años de guerra, en el que vagaban por las calles cientos de jóvenes mutilados». La guerra civil había estallado cuando Agostinho Neto, líder del Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA), proclamó la independencia de la nación, en noviembre de 1975. Las tropas del MPLA se enfrentaron a las de las otras dos fuerzas que buscaban el poder, FNLA y UNITA. Al unificarse ambas, Neto requirió ayuda a Cuba. Tan solo unos meses más tarde, en febrero de 1976, el Cuerpo Expedicionario Internacionalista cubano contaba ya con 15.000 militares en suelo angoleño y poco a poco fue aumentando su potencial con equipo más moderno —aviones MiG-21 y MiG-23, carros de combate T-62, artillería…— y más militares, hasta alcanzar los 50.000 en 1988. UNITA, por su parte, estaba apoyada por Estados Unidos y Sudáfrica. A finales de los 80, MPLA y UNITA comenzaron a flexibilizar sus posturas, y en 1988 Sudáfrica, Cuba y Angola, bajo los auspicios de la ONU, firmaron un acuerdo tripartito que abría la puerta a la reconciliación nacional y a la estabilidad en el cono sur de África, que fue seguido por otro alcanzado en Brazaville (Congo) entre Luanda y La Habana, por el que se regulaba la retirada de las tropas cubanas, bajo la supervisión de Naciones Unidas. LABOR RELEVANTE España fue uno de los diez países invitados a participar en UNAVEM. Cada uno de ellos aportó siete militares. Nada más llegar, los españoles fueron incorporados a los distintos equipos, excepto uno de ellos que fue nombrado ayudante de campo del jefe de UNAVEM. Los demás iniciaron su trabajo en los destacamentos y puestos de vigilancia, si bien poco después se concedió a un oficial de nuestro país uno de los principales destinos, la Jefatura de Operaciones en el cuartel general de Luanda. Los observadores se encargaron de tomar nota precisa de Los siete componentes de la primera misión de verificación de Naciones Unidas en Angola, a las puertas del cuartel general de UNAVEM, en Luanda. Los boinas azules debían verificar la retirada de los militares cubanos de Angola Febrero 2019 Revista Española de Defensa 19 José Rodríguez la retirada de los militares cubanos y de investigar las posibles violaciones de los acuerdos firmados. Esta segunda actividad implicaba un mayor riesgo. En varias ocasiones, por ejemplo, nuestros oficiales tuvieron que convencer a los pilotos angoleños para que les trasladaran a las zonas abandonadas por los soldados cubanos y que, generalmente, ya habían sido tomadas por las tropas de UNITA. Además de las patrullas aéreas, los equipos realizaban largas patrullas en vehículos todo terreno por lugares de muy difícil acceso y con peligro de encontrar campos minados, por lo que la progresión debió de hacerse tan lenta que se tardaban muchas horas en recorrer medio centenar de kilómetros. Normalmente, los militares cubanos eran retirados por vía aérea desde el aeropuerto de Luanda, por medio de aerolíneas de Angola, Cuba, Etiopía y la URSS. Para el transporte de material se utilizó preferentemente la vía marítima, con navíos cubanos y soviéticos. Cuando un avión o un buque iba a partir todo el equipo de la UNAVEM se situaba a pie de la escalerilla o pasarela y comprobaba uno a uno la identidad de los pasajeros cubanos. El segundo contingente español llegó a Angola en noviembre de 1989 al mando del teniente coronel Vicente Zaragoza, quien se hizo cargo de la Jefatura de Operaciones. El tercero se incorporó en septiembre de 1990, mandado por el teniente coronel Fernando Ferrando. Para nuestros militares, la mayor dificultad consistía en acostumbrarse a las duras condiciones de vida del país, en especial cuando eran destinados a los destacamentos del interior. El clima de inseguridad e inestabilidad reinantes a consecuencia de los frecuentes enfrentamientos armados también era motivo de constante inquietud. En los primeros meses existía en todo momento la amenaza de verse atrapado entre dos fuegos. No hay que olvidar que la salida de los soldados cubanos no significaba el final de la guerra civil y que, por tanto, durante 1989, 1990 y gran parte de 1991 fueron constantes los ataques, emboscadas y enfrentamientos entre UNITA y las tropas gubernamentales. Hasta mediados de 1991, la media de muertos por acciones militares se mantuvo entre 100 y 200 al mes. Además, existía el peligro de los campos minados, en su mayoría sin marcar. A todo ello se añadían las pésimas condiciones de vida derivadas del contexto de guerra civil, con continuos cortes de suministros, toques de queda y extremas medidas de seguridad. Asimismo, hay que


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