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HHIISSTTOORRIIAA PPAARRAACCAAIIDDIISSTTAA cabos, cuando la mayoría de la gente nos superaba en antigüedad, lo que hacía que fuera muy difícil ejercer el mando; de ahí ese sufrimiento, pero con quien siempre que nos reuníamos acabábamos a carcajadas por su simpatía natural como buen gaditano que era. Y qué decir de Maté, eran pocos mis recuerdos de cuando nos cruzamos en la Bandera en aquellos meses cuando llegamos. Él era un curso más antiguo que nosotros y no había mucho contacto, porque cuando el ya estaba fraguando su estatus, nosotros éramos los más reclutas de aquella compañía de castigo (6.ª Cía. II.ª BPAC) y por ello la atención se centraba en nosotros. Y que puedo decir del sargento Delgado, aquel mando que entre todos los que teníamos, siempre considerado entre los mejores, mejor persona, respetado y cariñoso –ese es mi recuerdo de aquel simpático hombre–. Cuando supimos que Igor Castresana había conseguido llegar a la orilla, intenté hablar con él, que me contara, que dijera algo del cómo, del por qué, pero era imposible: él estaba con los jefes explicando lo ocurrido y bastante afectado, supongo que en estado de shock. Foto: archivo BRIPAC Foto: álbum personal del autor Foto: álbum personal del autor El CLP Montoya observa el lugar del impacto del VCZ contra el muro. 105 Foto superior: las grúas intentas recuperar el VCZ Foto inferior: relevo de buceadores durante la búsqueda ... y al enfilar todo el largo puente, llegando al final, aquellos frenos no respondieron como debieron. Poco a poco se fueron aclarando los hechos de cómo ocurrió realmente el accidente, hasta llegar a la verdad, después de tantas conjeturas…, el vehículo bajaba con los frenos muy forzados y calientes de la ruta alternativa y al enfilar todo el largo del puente, llegado el final, aquellos frenos no respondieron como debieron. Castresana, al darse cuenta, intentaría desesperadamente girar en la curva, pero no llegó a virar del todo e impactó contra aquel muro, con el esquinazo derecho de la carrocería del vehículo; ese impacto hizo que se girase el vehículo hacia el lado contrario, violentamente, hacia el río. Con la velocidad que llevaba y la fuerte pendiente en esa parte de la orilla, el vehículo viajó por el agua como unos 30 o 40 metros como mínimo. La aerodinámica del mismo –creo recordar que es un vehículo diseñado para deslizarse por agua, con un sistema de hélices– ayudaría a todo ese desplazamiento. El caso es que el maldito vehículo viajó hasta la


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