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HHIISSTTOORRIIAA PPAARRAACCAAIIDDIISSTTAA cenábamos juntos, suponiendo para mí un gran orgullo; ya que un hombre como él, con su categoría, compartiera ese momento tan difícil, con todos nosotros y nos dejase sus palabras reconfortantes…, pero en el fondo ellos ya no estaban y asumiendo que debíamos de seguir con la misión, esto sería sin volver a verlos. Foto: blog ejercitotierra.wordpress.com Foto superior: edificio de la AGBS dedicado a los sargentos 109 Tornel, Delgado y Casas, caídos en Bosnia Foto inferior: calle Isaac Piñeiro en Orense no podía ser menos y por fin, reanudamos los trabajos. Engañados, inseguros e incómodos, ya que las partes en conflicto nos indicaron que habían minado cerca del puente, nos habían mentido; o bien sus indicaciones no correspondían con la zona donde habíamos tenido este encuentro con las minas. El caso es que continuamos con el rescate del vehículo y por fin, a altas horas de la noche lo estábamos sacando del agua. Recuerdo la sensación de escalofríos al entrar al interior para confirmar que no estaba el cuerpo de ninguno de mis compañeros. Yo no dejaba de pensar que el pobre Piñeiro estaba allí, tirado, con la cabeza golpeada por el impacto del accidente y atrapado entre todo el material y equipo. Pero no había cuerpos, solo mucho equipo revuelto y munición por todo el vehículo. Llegados a este punto, mi cabeza solo recuerda el ultimo día del rescate, cuando sacamos al Sgto. Delgado. Bajamos hasta aquella orilla cuatro hombres y el Tte. Y jamás olvidaré cuando sacábamos a aquel pobre hombre, con el cuerpo negro, azulado e hinchado después de cuatro días bajo el río. El Tte. le quitó el chaleco y me lo dio –ni siquiera le dio tiempo a quitarse el chaleco–. Inmediatamente saqué las granadas de sus bolsillos y las revisé, acto ingenuo, ya que enseguida el Tte. me dijo que las guardara en su sitio e intentara no manipularlas, por si estuvieran deterioradas. No tengo muchos más recuerdos de aquello. Si la permanente tristeza que siempre sentiré por la pérdida de aquellos compañeros, que comenzamos juntos, que nos formamos juntos, que vivimos aquellos momentos inolvidables, que no fueron muchos, pero si muy intensos y que siempre llevaré en mi corazón. Durante los días del accidente nos vino a visitar el general Muñoz Grandes, en aquel momento jefe de la FAR y aquel hombre, después de darnos ánimos a los zapas por el sufrimiento de la pérdida, se sentó en el comedor, a mi lado, en nuestra mesa, en aquel comedor de campaña en mitad de la nada mientras se escuchaban los disparos de fondo en los ataques constantes que sufríamos por estar en medio de objetivos de ambos bandos, y recuerdo que sus palabras de aliento nos abrazaban con su templanza, mientras


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