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FORMACIIÓN PARACAIIDIISTA PRIMER CURSO DE MANDO DE UNIDADES PARACAIDISTAS DE 2018 Los alumnos del curso embarcando para uno de los lanzamientos (fotos: álbum personal del autor) Sgto. 1.º Ramón Bugallo (BPAC I) Amanece un nuevo día, y como desde hace ya algún tiempo, acompañado de buenas nuevas; esta vez en forma de selección para el Curso de Mando de Unidades Paracaidistas. Raudo, acudo con ilusión a la llamada del deber; con la alegría que caracteriza a aquellos servidores de la patria que viven con fervor esta noble profesión de las armas. Era un objetivo deseado; ansiado hace tiempo y que el mando, sabedor de las circunstancias del que suscribe, no dudó en proponerme para su realización. Con la documentación pertinente y la ilusión invadiendo mi cuerpo, parto hacia la Escuela Militar de Paracaidismo, aquella que hace 12 años me vio dar mi primer salto. Recuerdos, nostalgia, vivencias pasadas que vuelven como un torrente a mi cerebro al ver la entrada a la Base. Es como si el tiempo no hubiese pasado. Es la sensación de estar viviendo lo mismo pero sin que mediara más de una década. Llegan los aspirantes venidos de diversas armas y ejércitos. Tras una breve presentación, ya en ropa deportiva, nos disponemos a realizar las pruebas físicas. El colorido de la pista de deportes es variopinto y diverso, pues cada uno de los participantes porta camisetas características de sus respectivas unidades. Todos pasan las pruebas, pues todos tienen algo en común, somos paracaidistas y llevamos el culto al deporte en vena. Comenzamos el curso con un ritmo de vértigo; las teóricas se entremezclan con los planeamientos, saltos y ejercicios en un ambiente de trabajo duro y exigente pero que se lleva con ese toque dinámico, alegre y jovial, fruto del carácter aventurero y vivaz del paracaidista. La camaradería se impone y, sin distinción de empleo rango, regimiento o arma, se forma una amalgama castrense donde el compañerismo y los valores de hermandad y espíritu de equipo se imponen ante cualquier adversidad. Ahí es donde queda patente la grandeza de nuestro Ejército y la calidad humana de sus hombres y tenemos el honor de poder contemplar como los conocimientos de planeamiento, la veteranía y experiencia de un teniente coronel se conjugan y complementan con la ilusión e ímpetu de ese sargento que acaba salir de la Academia de Suboficiales, conformando un binomio tan sólido como el espíritu de compañerismo que los une. Patrullas de combatientes de tierra, mar y aire se forman día a día y entran en eficacia con la única diferencia del color de su uniforme porque, aunque vistan prendas distintas, llevan algo en su interior que es común e igual para con todos ellos: el “Alma Paracaidista”. Son soldados con un valor añadido; con ese plus de valentía, con ésa circunstancia que los sitúa por encima de todo “la de entrar en combate arrojándose a los cielos”. Pasan los días y ésa amistad del principio a base de trabajo duro jornadas de planeamiento y noches de ejercicios, torna a hermandad, el sentimiento de unidad se acrecienta y comienza la segunda semana con la sensación de llevar años juntos. El silencio en los aviones ya no existe, se comentan las experiencias vividas en los saltos anteriores y se sale por “rampa o puerta” empujados por el ánimo y la fuerza que da el sentirse sabedores de pertenecer a un gran equipo. 64


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