Page 110

RHN_143

EL PLANISFERIO CELESTE MEDIEVAL. CONCEPTO Y FORMA Sobre el fondo de la bóveda celeste, de aspecto uniforme, el observador astrónomo primitivo comprobó que el astro más importante trazaba su trayectoria siempre dentro de una faja determinada del firmamento. Para satisfacer la curiosidad que despertaban las condiciones de su movimiento, este fue sometido a un cuidadoso seguimiento midiendo la altura que, en cada momento, presentaba sobre el horizonte. La observación continuada tuvo como consecuencia la definición de un lugar geométrico dentro del cual se situaba y se movía el Sol. Después del ocaso, cuando el firmamento se poblaba de estrellas, el astrónomo comprobaba que en la banda definida por la que se desplazaba el Sol había otros pobladores habituales que la compartían con él y que nunca la abandonaban: los planetas (4). Desde tiempos muy remotos, tanto como puedan ser 2.300 años antes de Cristo, tenemos constancia de la existencia de representaciones esquemáticas con motivos de astros y constelaciones; estas representaciones nos han llegado recogidas en diversos soportes. Los más antiguos son cilindros-sellos y tablillas cerámicas, todos ellos pertenecientes a la cultura sumeria. Algunos expertos llevan el origen de estos conocimientos, y de sus manifestaciones icónicas consiguientes, a fechas anteriores a la arriba citada, pero no se dispone de datos fehacientes que puedan confirmarlo. Desde el siglo VII al I a.C., pueblos caldeos, persas y seléucidas contribuyeron a crear, con centro en Babilonia, un crisol donde tuvo lugar la fusión de todo este tipo de conocimientos científicos, y cuya consecuencia principal fue la conversión de esta ciudad en el polo del saber astronómico. Desde allí se facilitó su propagación hacia Egipto y Grecia. Los astrónomos caldeos comprendieron el sentido y la importancia de tener conocido el camino del Sol, y por ello procedieron a identificar perfectamente las agrupaciones de estrellas que se encontraban a lo largo de este camino. Este es el origen del Zodiaco. Alrededor del siglo V a.C., gracias a la gran cantidad de datos disponibles recogidos en sus Diarios astronómicos, pudieron establecer relaciones de posición entre los distintos planetas y las constelaciones zodiacales a lo largo de la eclíptica. Con esto se pudo crear un sistema de referencia que permitía situar a los planetas en la casa zodiacal por la que transitaban en un momento determinado. En un compendio babilónico de información astronómica llamado MUL.APIN (5) se incluyen, entre otros interesantes datos, listas de estrellas y constelaciones. De estas últimas hay hasta un total de diecisiete, principalmente aquellas a través de las cuales el Sol, la Luna y los planetas tienen su tránsito en la bóveda celeste. A partir de estos datos iniciales, y teniendo en cuenta que los espacios donde se ubicaban las constelaciones comentadas eran de tamaño disparejo, se procedió a realizar un trabajo de ajuste y normalización, reduciendo las constelaciones y los consecuentes espacios a doce (6). (4)  Astros de movimiento errante; de ahí su nombre. (5)  STEELE, pp. 28 y 46. (6)  La desaparición de alguna de las constelaciones como típicamente zodiacal, la asimilación de alguna de ellas en otra, o la simple aparición de una nueva por segregación de otra fue un proceso activo que contribuyó a su configuración definitiva. Año 2018 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 109


RHN_143
To see the actual publication please follow the link above