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UNA CRÓNICA DE LA RETAGUARDIA DE LA GRAN ARMADA. LEYVA, RECALDE... Unos 60 tripulantes del San Esteban habían sobrevivido, mientras que, de los 350 soldados de los Tercios y los 140 marineros del San Marcos, tan solo cuatro permanecían con vida. Clancy encarceló a los supervivientes, pero tras mantenerlos unos días en cautividad, los ahorcó a todos en la llamada Colina de las Horcas (Cnoc-na-Crocaire). Los relatos referentes a los otros dos barcos divisados en esta zona ofrecen algunas dudas. Parece ser que algunos vecinos del condado no solo informaban a los ingleses de la llegada de barcos de la armada, sino que también trataban de atraerlos a la costa con hogueras a modo de faro, para que chocaran con los arrecifes y naufragaran, y aprovechar el desastre para saquearlos. Algunas informaciones mencionan que esa fue la suerte que corrió el Concepción Elcano, de la escuadra vizcaína. Pero en la relación de Casado Soto este barco aparece como retornado a Pasajes. La batalla del Mar Océano considera que llegó, junto al San Martín, a Laredo el 22 de septiembre y de allí fue a El Pasaje. En esta obra se denomina al barco «Concepción menor» y Juanes Delcano aparece identificado como su piloto. Sí que podría ser uno de ellos la urca Falcón Blanco mediano. Naufragó bastantes millas más al norte, en Ballynakill Harhor; pero, como se mantuvo a flote hasta el día 25, es posible que hacia el 21 se encontrara al sur de la bahía de Galway. Otro barco cuyo final ofrece dudas es el Ciervo Volante. Hay declaraciones de marineros españoles y una carta de Edward Whyte (44) que mencionan el naufragio de un navío en Tirawley (condado de Mayo) el 22 de septiembre. Varios nobles, un fraile y un obispo (45) fueron hechos prisioneros junto a algunos miembros de la tripulación. Los restantes se ahogaron o fueron asesinados. El relato habla de un leñador, llamado Malaghlen McCabb, que asesinó a 84 españoles con su hacha. La presencia de los barcos de Felipe II inquietaba a las autoridades inglesas delegadas en Irlanda. Parecían dudar de las intenciones de aquellos soldados y temían que una «segunda armada» estuviera llegando a Irlanda. A esta posibilidad parecían apuntar los testimonios de algunos soldados hechos prisioneros. El capitán general de Isabel I, William Fitzwillam, comunicaba a la reina que no se podría responder a un desembarco español ya que solo contaba con 750 soldados, de manera que la táctica a seguir fue eliminar a las tripulaciones que llegaran a Irlanda, estuvieran en la condición que estuvieran. Y así, ordenó que «se aprehendiera y ejecutara a todos los españoles que pudieran ser hallados de cualquier estado que fueren. Puede emplearse la tortura en el seguimiento de esta causa» (46). Unos soldados heridos, enfermos y hambrientos eran posteriormente torturados por los ingleses para obte- (44)  Ibídem, vol. IV, t. IV, doc. 6547, p. 54. (45)  Este elemento es el que plantea dudas al respecto del testimonio, ya que no iba ningún obispo embarcado. (46)  La Gran Armada, p. 368. Martin y Parker citan el testimonio de Diego Pimentel como una de las bases para pensar en esa «segunda armada». Año 2018 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 23


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