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TEMAS PROFESIONALES manera las grandes guerras se libran con la combinación armoniosa de la fuerza naval, militar y diplomática. —Sin embargo —añadió el profesor Hervé—, el problema está en saber sobre qué fundar esta nueva síntesis. Desde mi punto de vista, pueden concebirse dos soluciones. La primera consiste en apoyarse sobre todo en las enseñanzas de la historia, como lo han hecho los almirantes Mahan, Corbett o Castex. La segunda solución pasaría por considerar que los logros de la ciencia conseguidos desde hace algunos decenios son de tal amplitud que los criterios anteriores no pueden servir de base a los estudios actuales. —Un poder naval superior permite una buena posibilidad de controlar el marco geoestratégico del enfrentamiento en una guerra —aseveró el comandante—, pero sería indebidamente mahaniano, así como históricamente inexacto, repetir el viejo dicho de que la última palabra descansa en el poder naval, ya que este no tiene efecto estratégico como herramienta de guerra independiente. El profesor Gray recordó que el Reino Unido había alcanzado el dominio del mar estableciendo el control sobre los estrechos y pasos marítimos en tiempo de paz, y esta anticipación le había proporcionado fundamentos para obtener el dominio del mar inmediatamente después de la ruptura de las hostilidades. Corbert intervino para decir: —La estrategia naval ha estado íntimamente relacionada con la terrestre, aunque lo contrario no puede afirmarse. No olvidemos que la estrategia naval pretende alcanzar objetivos dirigidos a controlar el territorio empleando los mares y océanos como líneas de comunicación de medios y personas, defender el comercio marítimo y atacar o defender el litoral o los pasos estratégicos. Así —continuó Corbett—, haciendo mías las palabras del profesor Vego ya citado, la proyección del poder naval sobre tierra consiste en tener la libertad de acción para que nuestras fuerzas puedan atacar a blancos de la costa en momento y lugar no esperados por el enemigo. Esta capacidad es la herramienta más valiosa que puede tener una potencia naval y sin ella es considerada sensiblemente disminuida. Señores —volvió a tomar la palabra el comandante para dar por cerrado el tema—, de sus exposiciones resulta que es más realista no perseguir el dominio general del mar, sino establecer zonas de exclusión temporal en aquellos lugares donde se desee utilizar una particular extensión de mar para determinados propósitos. Esta idea nos aboca, si no he entendido mal, hacia el concepto de control del mar, lo cual implica el control de las comunicaciones, que en esencia significa que uno de los bandos tiene superioridad sobre su oponente en un determinado teatro o área de operaciones. 128 Enero-feb.


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