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fue como en la noche del 26 de marzo y después de que durante tres días seguidos las fuerzas del general Serrano no hubiesen conseguido traspasar las líneas carlistas a través del valle de Somorrostro, el teniente coronel Albacete se presentó ante él y le dijo: «Excelencia, me permito presentarle mi decidido compromiso para entrar con mi batallón en San Pedro Abanto». A lo que el general le contestó: «Buena suerte, la causa está en sus manos», y lo puso a la vanguardia de todo el ejército. Constantemente daba ejemplo a sus hombres, sobre todo TEMAS GENERALES durante el combate. De hecho, en su batalla más conocida, la mencionada de San Pedro Abanto, a la hora del asalto final, y siendo el teniente coronel jefe del batallón, se Lápida del general Albacete y Fuster en el Panteón de situó junto a sus soldados en Marinos Ilustres. primera línea, con el sable (Fotografía facilitada por el autor). en una mano y la pistola en la otra, y gritó su conocida frase: «¡Señores capitanes, a la cabeza de sus compañías! » (5). Tenía mucha motivación ante todo lo que emprendía, consiguiendo además trasmitírsela a sus subordinados. Desde muy pequeño demostró tener muy claros sus ideales de servicio a España. No en vano, su madre, viuda de un teniente de navío fallecido en Cuba, y ante la insistencia de su hijo por querer integrarse cuanto antes a la defensa de la nación, consiguió que la reina Isabel II le otorgara el empleo de subteniente, aunque sin sueldo ni antigüedad, a la edad de trece años. Este estímulo le hizo llegar hasta lo más alto de su profesión, (5) Esta era una muestra de liderazgo muy habitual en el Ejército y en la Armada española en aquella época. De hecho, otro héroe de la Infantería de Marina española, el teniente coronel Díaz de Herrera, jefe del primer batallón del mismo regimiento que el de Albacete, murió heroicamente al frente de sus hombres en la que sería la última batalla de esta guerra: el asalto a la población de Cantavieja, principal bastión de los carlistas. 2019 51


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