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RUMBO A LA VIDA MARINA el límite de las salpicaduras de la pleamar. Y nos parece imposible que estén vivos, y allí pasarán años, no exactamente cantando bajo la lluvia como hacía el empapado Gene Kelly, sino aguantando vientos ábregos y la quemazón de las rocas calentadas por el ardiente sol, esperando suplicantes algún roción perdido de la mar que alivie su angustiosa sed con unas pocas gotas de agua. Y todo eso sin probar bocado. ¿Cabe más austeridad en un ser vivo? ¿Y cómo es posible que con tales condiciones llegasen estos balanos a tan inhóspita barriada? Pues como ya sabe el lector de Rumbo a la vida marina y lo acabamos de decir líneas atrás, siguiendo la pauta que permite a todos los seres inmóviles o sedentarios de la mar (corales, anémonas, almejas, centollos, etc.) explorar terrenos distintos al de nacimiento y distribuir sus especies procurando expansionarse por medio de una larva libre y nadadora —planctónica—, tipo nauplius en el caso de los balanos, que un día de temporal aprovechó la costa inundada de maretones para plantarse allí, pensando la pobre que había llegado al reino de Jauja, y no al engañoso secano. Unas vidas numantinas, aunque enseguida veréis que a estos extraños crustáceos aún les esperan asombrosas hazañas viajeras que no tienen igual en la mar. Lo que os voy a contar no es delirio ni metáfora, ni dos ginebras de más del coronel que suscribe, sino la verdad, toda la verdad y nada más que la El carácter culinario del percebe, tan valorado como marisco, nos obliga a recordar el esfuerzo y riesgo que asumen los percebeiros en su encuentro directo con las más agresivas rompientes de la mar. En este combate no son pocos los que se han dejado la vida. (Foto tomada de internet). 2019 263


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