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mayor avance –reconocimiento de imágenes y voz y procesamiento de lenguaje natural– las que hacia 2035 pudieran estar suficientemente maduras como para incorporarlas a los programas de adquisiciones en el ámbito de la Defensa y la Seguridad. En este sentido se vislumbran varias posibles aplicaciones de la inteligencia artificial en el entorno operativo de la Fuerza 2035. Desde la simple relación del soldado con las máquinas utilizando el lenguaje natural, hasta su empleo en instrucción y adiestramiento, sola o en combinación con otros dispositivos de realidad aumentada, formando parte de sistemas de simulación capaces de proporcionar adversarios impredecibles y adaptables o –por qué no– en istar (Intelligence, Surveillance, Target Acquisition and Reconnaissance) y en Guerra Electrónica, aprovechando la capacidad de la ia para reconocer e interpretar imágenes y señales en general (radio, radar, infrarrojos,…) incluyendo el reconocimiento facial, e incluso para la elaboración de productos de inteligencia innovadores. En esta misma línea de ofrecer soluciones impactantes, la inteligencia artificial puede ayudar a resolver importantes desafíos logísticos 22  /  Revista Ejército n.º 936 • abril 2019 logrando planteamientos de la maniobra logística más eficientes e incluyendo más parámetros. En este sentido muchos de estos cálculos logísticos presentan tal complejidad que –a pesar de la potencia de proceso y eficacia de los algoritmos actuales– su resolución en tiempo razonable resulta inviable con la tecnología actual, pero donde se espera que la inteligencia artificial pueda proporcionar avances sustanciales en poco tiempo. El empleo de todas esas capacidades para gobernar diversas funciones en sistemas autónomos –plataformas terrestres, aéreas y navales– constituye un sector en el que se esperan también notables avances, fruto principalmente liderazgo militar norteamericano en cuanto a sistemas aéreos pilotados remotamente –pero que aún no son autónomos–, así como por el espectacular desarrollo de la conducción autónoma a cargo de la industria del automóvil, que va a requerir que la industria militar adopte y adapte los avances de su contraparte civil en un escenario de dura competencia por los mejores profesionales en robótica e inteligencia artificial. Todo ello unido a consideraciones éticas y legales hace que, previsiblemente, los primeros sistemas autónomos militares vean la luz mucho después que sus homólogos civiles y que, por ello, 2035 sea algo temprano para considerarlos. En la figura 2 se representa esquemáticamente un diagrama de bloques de un sistema autónomo. Donde la inteligencia artificial tendría su papel estelar sería en el bloque de optimización y verificación, desde donde interactuaría con los sensores, con los motores y con el modelo matemático de realidad (World Model) para reajustarlos basándose en los datos y experiencias a los que tiene acceso. En conclusión, por el momento, las formaciones de vehículos militares sin conductor trasportando pelotones de androides armados y seguidos por drones autónomos, pertenecen aún al dominio de la ficción cinematográfica y puede que tengan que transcurrir varias décadas hasta que sean realidad. Para ello, no solo se necesitan sustanciales avances Figura 2. Diagrama de bloques de un sistema autónomo


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