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51 después atravesábamos e íbamos otros dos días por la mano siniestra, que mientras víamos lo uno no víamos lo otro». Parece cosa milagrosa el que después de tan continuo acoso por parte de aquellos salvajes los españoles consiguieran no solo sobrevivir, sino cumplir el objetivo que se había fijado Orellana: encontrar el término de aquel río ancho como la mar y, como ella, bravío. El bizarro fundador de la actual ciudad de Guayaquil, a la que él llamó Santiago de Guayaquil, una vez aclarado ante el Consejo de Indias y ante el rey su actuación en aquella empresa, volvió con el título de «adelantado» para conquistar las tierras que antes había hollado como descubridor, bañadas por el río Amazonas, que antes se llamó Orellana y Marañón, al que los indios conocían como Río Grande y al que Vicente Yáñez Pinzón, que fue el primer europeo en contemplarlo, le puso el poético nombre de Santa María de la Mar Dulce, cuyas aguas, desde aquel entonces, se tiñeron con sangre de los españoles y, ¡triste destino!, incluida la de su descubridor, Francisco de Orellana. FRANCISCO PIZARRO Soldado de los tercios de Italia, conquistador del Perú, o del Birú (que de ambas formas se decía), donde se descubrieron las más famosas minas de plata que hayan jamás existido, las del Potosí, nombre que ha pasado a la historia como sinónimo de riqueza. Era rudo y casi analfabeto, pero de una lealtad inquebrantable, buen creyente y respetuoso con las leyes. No se explica, pues, la ojeriza con la que algunos escritores le han tratado, tachándole de bárbaro y cruel, que no lo fue más que cualquiera de sus contemporáneos cuando las circunstancias lo requerían, mostrándose clemente cuando así estimaba que debía serlo. Aunque de natural serio y poco hablador, supo entenderse a las mil maravillas con su rey, Carlos V, en cuanto se refirió a las nuevas tierras que para España se proponía conquistar. Los dos grandes nombres de la conquista de América son el suyo y el de Cortés; los demás, siendo grandísimos soldados, y aquí la relación se haría interminable, no han alcanzado el renombre universal de quienes lograron la victoria sobre los dos imperios más poderosos del Nuevo Mundo: el inca y el azteca. El marqués de la conquista, que con tal título era conocido, aunque en realidad hasta su bisnieto no se hizo oficial, puesto que Carlos V le concedió el título de marqués, sin denominación, era natural de Trujillo (Cáceres). Tal parece que el nombre de esta villa se debe a san Pablo, que cuando su predicación en Mérida quiso recordar su estancia en un pueblo de la isla de Samos, llamado Trogylum. El Museo del Ejército de Madrid conservaba, entre sus innúmeras reliquias, una digna de mencionarse no solo por su gran valor histórico, sino también, y tal vez principalmente, por su valor sentimental. Cabe el cuadro que representaba el asesinato del conquistador, cuando este, en el suelo, traza con su propia sangre la cruz del redentor, una soberbia vitrina de oscura y tallada madera, mostraba, en su parte superior, bajo la emplumada cabeza de un jefe indio, un trozo ensangrentado de la camisa que Francisco Pizarro vestía cuando fue muerto, traidoramente, a estocadas; y en la parte inferior, la carta ológrafa de la persona que donó al Museo tan preciada reliquia, y que dice así: «Camisa de Pizarro, del marqués de la conquista o como fue primero de los Atabillos, Francisco Pizarro, le pedí autorización para cortar un trozo de la camisa primitiva, que llevaba cuando su asesinato para tener un recuerdo. Desde entonces no he tocado el pequeño sobre donde lo he tenido guardado. Yo tengo el gusto de darlo al Museo ¿...? por curiosidad auténtica. Su amigo affmo. ¿...? q.b.s.m. Domingo de Olmos. 5-Julio-1907». VASCO NÚÑEZ DE BALBOA ¿Quién diría que aquel hombre abandonado de la fortuna, que estuvo a punto de ser arrojado al mar al encontrarle de polizón dentro de un barril de una de las naves que partían hacia la tierra firme, en la expedición de Alonso de Ojeda, habría de pasar a la historia como uno de los conquistadores más famosos del Nuevo Mundo? Y, sin embargo, así empezó la verdadera aventura americana de Vasco Núñez de Balboa, natural de la villa extremeña de Jerez de los Caballeros, al que se conocía con el sobrenombre de el Esgrimidor, obvio es decir el porqué, que hizo valer ante el capitán del barco su anterior conocimiento de las costas caribeñas para conseguir que se le respetara la vida. Siendo gobernador del Darién tuvo noticias de un gran mar que se extendía más allá de aquellas tierras. Lleno el ánimo de aquel ardor de iluminados común a todos los conquistadores, se lanzó Vasco Núñez «Venció a los Incas, adoró a sus bellas y ascendido a virrey, dejó con ellas, nuevos cielos al Sol. ¡Hijos a España!» Francisco Pizarro


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