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TEMAS PROFESIONALES interno e intermedio influye de modo directo en este nivel de gasto, mientras que el exterior tampoco favorece ninguna relajación por parte de Riad. En el anillo geopolítico exterior, Arabia tiende a postularse como guardián de una determinada versión del sunismo (la wahabita), que aduce ser la más fiel al mensaje original de Mahoma (4), de modo que no solo se opone al chiismo, sino también a otras versiones del propio sunismo (como los Hermanos Musulmanes o ciertas corrientes del sufismo). Esto conlleva, por ejemplo, a su buena relación con la monarquía marroquí, con Pakistán y al apoyo ofrecido a Haftar contra el Gobierno de Trípoli (en este caso, más por deméritos del segundo que por la devoción del primero). Pero también fundamenta las malas relaciones con Erdoğan (alimentadas, es verdad, por el neootomanismo del líder turco). De hecho, Arabia Saudí interpreta el auge turco como una disputa que, más allá de lo puramente territorial, lo es por la hegemonía dentro del sunismo a partir de diferentes aproximaciones a la ortodoxia (Venetis, 2014: 8). Se trata de un punto débil de la geopolítica saudí (Trías, 2016: 14), ya que no se da algo semejante en la también variopinta comunidad chiita. En el anillo intermedio, Arabia mantiene una pugna regional en la que se enfrenta a Irán por la hegemonía regional (Dorsey, 2016). Se trata de sociedades muy diversas (sunismo vs. chiismo; mundo árabe vs. mundo persa; monarquía cesaropapista vs. república teocrática; alianzas con occidente vs. alianzas con polos de poder alternativos, etc.), con el agravante de que ambas potencias regionales se postulan como defensoras de las gentes que practican sus credos respectivos (y de la coherencia de sus contenidos) aquende, sí, pero también allende sus fronteras. Desde la llegada al poder de Jomeini en 1979, la imagen de Irán que persiste entre las élites saudíes es la de una «amenaza existencial, con ambiciones imperialistas que amenazan el statu quo del Golfo» (McGinn, 2018: 5). Irak también forma parte de este anillo de seguridad. Aunque quedan lejos los tiempos en los que Sadam Husein penetró en Kuwait, el nuevo rol de los chiitas iraquíes (el 60 por 100 de su población lo es), el gobierno erigido en otoño pasado, así como la presión iraní sobre las autoridades y el territorio iraquí (especialmente a través de las fuerzas Quds) preocupan mucho en Riad, no ya por el papel de Irak en sí mismo (muy debilitado económica y militarmente) como por la posibilidad de que se convierta en un proxy más de Irán en la región (Soage, 2018: 10-12). Las bazas saudíes pasan por cortejar económica y diplomáticamente a aquellos chiitas que se sienten ante todo nacionalistas iraquíes y (4) La divulgada por Al-Wahhab en el siglo XVIII. Se trata del fundador del wahabismo, a la sazón antecente directo del salafismo. Hay que tener en cuenta que este clérigo llegó a un acuerdo con Ibn Saud, el fundador de la dinastía homónima, a fin de ordenar las relaciones entre el poder religioso y el político en suelo árabe, a modo de un pacto fundacional. Pese a las vicisitudes propias de cada etapa histórica (como la dominación otomana finalizada junto con la Primera Guerra Mundial), esa ha sido la idiosincrasia propia de este Estado. 520 Abril


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