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En términos políticos, la agenda talibán fue puramente local, pues atendía y se interesaba únicamente por cuestiones que atañían a aquellos territorios que gobernaban, sin mirar más allá de sus fronteras. Su líder, el mulá Omar, considerado por sus seguidores como la máxima autoridad del islam tras otorgársele el título de emir de los creyentes, pronto va a entablar una relación de amistad con Osama bin Laden, pese a las múltiples diferencias en cuanto a los objetivos establecidos por cada uno de ellos respecto al futuro de la yihad y la forma en la que esta debía llevarse a cabo. Él mismo fue quien renombró el país en 1997 como Emirato Islámico de Afganistán, gobernando desde la provincia de Kandahar y negándose a trasladar la sede de su poder a Kabul, a pesar de que su autoridad sobre el país solo fue reconocida por Pakistán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes. El propio líder de la ya creada Al Qaeda le rindió pleitesía y estableció por gran parte del país numerosos campos de entrenamiento militar a los que asistieron miles de jóvenes y se beneficiaron de ello tanto Bin Laden como el mulá Omar, por el hecho de que numerosos combatientes se sumaban posteriormente a los grupos talibán que hacían frente al enemigo del norte. Además, por otro lado, esta cantera de combatientes también resultaba beneficiosa para Pakistán, ya que estos campos paramilitares eran Asmatullah Muawiya, líder de Tehrik e Talibán Pakistán (ttp). Agosto, 2013 una gran ayuda a la hora de formar a nuevos individuos que más tarde eran enviados a la región de Cachemira a través de la ayuda de los servicios de inteligencia pakistaníes para hacer frente a los intereses de la India en esa región y mermar sus fuerzas de seguridad a través de distintas acciones 12  /  Revista Ejército n.º 937 • mayo 2019 militares y atentados terroristas. La presencia internacional de Al Qaeda tras los atentados de las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania en 1998 no hizo más que fortalecer los lazos entre Bin Laden y los líderes talibán, tras negarse estos a entregar a las autoridades saudíes al que se consideraba responsable de ambos ataques terroristas1, ganándose con ello la crítica y la enemistad del príncipe saudí Turki2. Un año después, una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas volvió a solicitar lo mismo, junto a la exigencia de desmantelar los campos de entrenamiento, e impuso sanciones hasta que esto no se cumpliese. La última petición hacia el gobierno talibán en relación con la detención y entrega de Bin Laden ocurriría en 2001, cuando tras el 11-S Estados Unidos pidió la cabeza del líder saudí o atenerse a las consecuencias derivadas de este ultimátum. Como era de prever, los talibán volvieron a hacer oídos sordos a este ultimátum, cuyo plazo finalizó el día 21 de septiembre. Apenas dos semanas más tarde, el día 7 de octubre, comenzaron a caer bombas de última tecnología sobre Afganistán, con lo que se inició la denominada operación Libertad Duradera. La caída del régimen talibán ha acabado interpretándose como la única estrategia posible que les garantizó la supervivencia EL DESMANTELAMIENTO DEL RÉGIMEN TALIBÁN Y LA VUELTA A LA INSURGENCIA La rápida caída del gobierno talibán en pocas semanas tras el inicio de la denominada guerra contra el terror lanzada por el presidente Bush en 2001 permite esgrimir distintos planteamientos en torno a esta cuestión.


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