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5 para los países europeos, tanto por su ideología como por su intención de servir de base a las decisiones referentes a sus políticas exteriores y de seguridad. Ante esta situación, se ofrece una propuesta alternativa, posiblemente más acorde con las peculiaridades de nuestra era. ¿QUÉ ES GEOPOLÍTICA? Existe un problema conceptual con la palabra geopolítica. Se trata de un término controvertido que distintos autores emplean de forma contrapuesta. Para complicar su estudio, se han ido agregando paulatinamente nuevas (y viejas) ideas con la intención de que pueda adaptarse al paso de la historia. Al mismo tiempo, trata de desprenderse del carácter determinista que lo caracterizó hasta mediados del siglo  xx. Todo ello hace que sea una palabra utilizada de forma difusa y equívoca. Habría que recordar que durante la Guerra Fría muchos fueron los que consideraron que la geopolítica era intelectualmente fraudulenta, ideológicamente sospechosa y contaminada por su asociación con el nazismo (y otras variantes del fascismo) y sus políticas genocidas, racistas y expansionistas. Durante su etapa como secretario de Estado de EE.  UU., Henry Kissinger reintrodujo la geopolítica en las discusiones sobre la política exterior estadounidense. Se trataba de resaltar la importancia de los intereses nacionales en un mundo caracterizado por el equilibrio de fuerzas entre las dos superpotencias antagónicas de la época. Pese al notable cambio de escenario, estas cuestiones siguen muy vigentes en los estudios geopolíticos y geoestratégicos actuales. Con todo ello, podríamos aceptar que la geopolítica permite la definición de una política nacional o internacional basándose en el análisis sistemático de dos factores esenciales: el escenario geográfico (en su sentido más amplio) y las rivalidades por el poder, con los Estados como actores primordiales, pero no exclusivos. Asimismo se relaciona con la historia, la tecnología y las distintas ideologías. La paz, la seguridad y la prosperidad dependen de naciones fuertes y soberanas A la vista de los postulados teóricos básicos sobre la anarquía del orden internacional, la pugna por el poder y el Estado como unidad de análisis, la geopolítica se habría convertido en una parte integral del realismo clásico, una de las teorías con más adeptos a la hora de interpretar las relaciones internacionales. Bajo esta concepción, la paz, la seguridad y la prosperidad dependen de naciones fuertes y soberanas. El comportamiento de los Estados se explica en función de sus intereses materiales y el uso de la fuerza militar, como instrumento máximo del poder, está asociado a la defensa de la soberanía y de las fronteras del Estado. Garantizar la seguridad, en su sentido institucional clásico, es el primer objetivo del Estado, priorizado por delante sobre otros fines y funciones gubernamentales. Los autores realistas clásicos reconocen que la geopolítica trata de colocar el foco en los grandes poderes de un mundo que en su conjunto es multipolar. Las potencias medianas y pequeñas tienden a unirse a uno de los polos hegemónicos y, por consiguiente, su política exterior queda completamente condicionada por la ideología del hegemón. ¿PUEDE UNA VISIÓN GEOPOLÍTICA OFRECER RESPUESTAS ADECUADAS A LOS PROBLEMAS QUE NOS ACECHAN? El renacimiento de la geopolítica en las relaciones internacionales ha venido de la mano de la aparición de nuevos retos estratégicos y de la dificultad que las normas e instituciones de la posguerra fría tienen para adaptarse a un orden mundial convulso. «Oriente Próximo está totalmente desestabilizado, un lío total y completo ». Esta frase, pronunciada por el entonces candidato a la presidencia de EE. UU. Donald John Trump, en diciembre de 2015, indicaba su visión de esta vital región del mundo. La palabra lío puede ser utilizada por cualquier persona para describir toda cuestión compleja, incomprensible a su conocimiento, sin que ello aporte información válida sobre el objeto de investigación. Lejos de tratar las causas, factores y actores involucrados, la realidad se entiende como una maraña inextricable, como un nudo gordiano al que, como en el caso de Alejandro Magno en la Antigüedad, es necesario aplicar la fuerza para resolverlo. Esta simplificación es el principal argumento de la geopolítica actual. No hay que complicarse, ya Henry Kissinger en el despacho oval de la Casa Blanca, durante su época de secretario de Estado, con el presidente Richard Nixon


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