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EL GENERAL MARTÍNEZ CAMPOS ACABA CON EL CANTÓN... 247 Pero, a las puras acciones militares, se unirían las diplomáticas, y hacia las seis y media de la tarde se presentó al general Martínez Campos “una comisión de propietarios e industriales” que habían emigrado de la ciudad y se habían refugiado en la zona del Cabañal en el Grao, rogándole al general que suspendiera los bombardeos sobre la ciudad, debido a “su inutilidad” y poca eficacia, por estar destruyendo la población y no las defensas de los cantonales (por la escasa precisión de los tiros), lo cual favorecía a los defensores más radicales e internacionalistas (que incluso incrementaban los daños de los bombardeos provocando ellos mismos algunos incendios de determinados edificios), que ya habían amenazado con acudir a tomar rehenes en la zona del Grao y del Cabañal, como había ocurrido semanas antes en Alcoy. También informaron que “la mayoría de los voluntarios habían huido tirando las armas” y que los únicos que ya defendían la ciudad eran “la hez de Valencia, forasteros y algunos comprometidos, especialmente los soldados a quienes se ha obligado por la fuerza y que hoy continúan por el temor de fusilamiento”. La comisión se ofreció a regresar al interior de la ciudad e intentar conseguir su “rendición a discreción”, ofreciendo solamente la indulgencia del gobierno, porque “solo el temor de castigo era lo que impedía la rendición”. Martínez Campos aceptó la intermediación de la comisión (a estar convencido, el mismo, de la escasa eficacia de sus bombardeos sobre la ciudad y, además, disponer ya de muy pocas granadas de reserva), pero les recordó que el “no tenía facultades para hacer entrar en la capitulación un artículo que estipulase el indulto”, aunque les prometía que se lo recomendaría encarecidamente al gobierno. Y, como nueva muestra de buena voluntad, Martínez Campos ordenaría suspender los bombardeos hasta las 12 del mediodía siguiente y se comprometió “a no responder al de la plaza mientras no intentasen una salida”. Con esta acertada decisión, el general Martínez Campos convertía la suspensión de los bombardeos en “una gracia y concesión especial”, cuando la realidad era que, en cualquier caso, hubiera tenido que hacerlo por verdadera necesidad (es decir, por falta real de munición para sus cañones). Pero, esta oportuna y razonable decisión no sería interpretada de la misma manera por la mayor parte de la prensa del país, que le dedicaría “grandes censuras” y críticas, al considerar que Valencia era más importante que Sevilla, Cádiz, Granada o Málaga, y que, por tanto, debía ser ocupada rápidamente, como lo estaba haciendo el general Manuel Pavía en Andalucía (aunque también con múltiples problemas). Y estas injustas críticas de la prensa, e incluso de algunos políticos escasamente informados, generarían un lógico malestar en el propio general Martínez Campos, quien, en su largo y completo informe del miércoles 13 de agosto (y ya ocupada la ciudad de Valencia cinco días antes), pidió al gobierno que hiciera público todos los telegramas y comunicados que habían intercam Revista de Historia Militar, 125 (2019), pp. 247-264. ISSN: 0482-5748


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